EL FUNYE
Sitio en internet del escritor y periodista Raul Morales Alvares uno de los genios de la vieja prensa escrita Chilena
lunes, 25 de julio de 2016
lunes, 26 de enero de 2009
EL FUNYE
BIENVENIDOS A ''EL FUNYE''
(Periodismo - Literatura)
Blog Oficial IN MEMORIAM del Escritor y Periodista Chileno, Raúl Morales Alvarez,
(Premio Nacional 1964), considerado uno de los mejores y más grandes editorialistas,
genios de la extensa crónica del siglo XX, tras sus conocidos seudónimos de siempre:
El Repórter N°13; Simbad el Marino, Arcadio Montana, Sagitario, Capitan de Navío, Argonauta,
La Huasa, Sherlock Holmes. (Arriba, en la fotografía, junto a la escultora Helena Wilson, su mujer, madre de sus 4 hijos, en obra realizada por el artista chileno Samuel Román).
CHILE 2010: LA OTRA MIRADA CULTURAL AL BICENTENARIO NACIONAL
(En Internet: Dibam Catálogos Biblioteca Nacional de Chile; Memoría Chilena; Google.cl)
LEA AHORA PRIMERA SELECCION DE SUS ARTICULOS MAGISTRALES
publicados en diversos matutinos de la VIEJA PRENSA ESCRITA CHILENA
mágicamente interesantes de actualidad.
(Recomendamos Reportaje IN SITU Matanza Seguro Obrero, septiembre 1938)
PABLO DE ROKHA: ''Ya nadie escribe artículos ''firmados'' como los de Raúl Morales Alvarez'' (Obras Inéditas)
ENRIQUE BUNSTER: ''Raul Morales Alvarez, un patriota exaltado'' (BALA EN BOCA)
PABLO NERUDA: ''Entre Plumas que Asustan...''. (ELEGIA ALBERTO ROJAS GIMENEZ)
ALONE: ''Raul Morales Alvarez, un escritor con garra, que derrochaba talento''. (ZIG-ZAG)
ANDRES SABELLA: ''Raál Morales Alvarez fue un rotundo y un temporal siempre suelto en la ciudad y en medio de las columnas de los diarios...llevaba a un poeta en equilibrio de fuego sobre su corazón''. (LA PRENSA DE TOCOPILLA)
MANUEL EDO. HUBNER: ''No existe hoy un columnista que escriba con esa fuerza, esa magia y esa amenidad como Raúl Morales Alvarez.''. (MEXICO EN LLAMAS)
PRóSPERO (ANTOLOGIA REDACTORES NACIONALES) ''Sus días fueron verdaderas crónicas; completo, múltiple, Raúl Morales Alvarez fue el mejor redactor que tuvo nuestro país''.
MATEO MARTINIC: ''Cada cierto tiempo, Raúl Morales Alvarez les recordaba a los chilenos: ''¿Quién Descubrió Chile?: ¡Magallanes!''.
COMENTE EN ESTE BLOG NUESTRAS ANTOLOGIAS LITERARIAS DEL ESCRITOR QUE LE COMUNICO AL MUNDO QUE NUESTRO PAIS HABIA TOMADO POSESION DEL TERRITORIO ANTARTICO CHILENO, EN 1948: 1.250.000 KM. (LEER MAS ABAJO)
SERIE DE ARTICULOS SELECCIONADOS
1.- ''LA PATA'' , LOS CIEGOS Y EULALIO
2.- LOS BOLICHES Y SUS NOMBRES
3.- VIENEN LOS ESPIRITUS
4.- EL PARAISO PERDIDO
5.- LA NOCHE EN QUE ME HICE VALIENTE
6.- 101 COGOTEROS DETENIDOS EN UNA SOLA NOCHE, ALIVIAN A SANTIAGO
7.- OTROS ARTICULOS DE INTERES
AHORA LEA NUESTROS ARTICULOS PERIODISTICOS
PRIMER ARTICULO:
LA PATA, LOS CIEGOS Y EULALIO
‘’LA PATA’’ DINAMIZABA SU PERENNE ESCANDALO EN EYZAGUIRRE, sobre su acera Sur-Oriente, dando la vuelta por San Diego hacia Arturo Prat. Era un boliche sucio y sombrío, de una belleza casi siniestra, donde se bebía en altos potrillos un vino borracho y envenenado, tipo marcha atrás, y se sorteaba de la misma forma el albur de los besos que de las puñaladas, sin que los unos ni los otros lograsen asombrar, en ningún instante, a su airada clientela de guapos y ninfas trasnochadas. Los ciegos, que venían de las casas de caramba y zamba en busca de los últimos tragos y las últimas propinas, tocaban donde ‘’La Pata’’ un romántico estruendo de violines y acordeones. Ladrones y poetas, artistas y pistoleros, bailaban con las muchachas de grandes ojeras, que sonreían con estos desteñidos ante los espejos rotos. ‘’La Pata’’ fue el refugio de las últimas madrugadas violentas de Santiago. Ahora hay, ciertamente, otros boliches similares. Pero qué distintos.
***
Allí llegaba Eulalio, asido por el extraño y tumultuoso imán de ese reducto de Eyzaguirre, cuando la noche marchaba al encuentro del amanecer. Le gustaba esa hora casi gris, casi dorada, donde siempre se encuentran pretextos para beber una botella más junto a unas cuantas palabras amables. Era uno de los clientes más generosos, con diez dedos pródigos para repartir billetes entre las muchachas que sufrían por la mala noche sin amor, los borrachos con sed y sin un peso en los bolsillos, y los ciegos que tocaban para él, en su homenaje, los últimos tangos de arrastrados firuletes. Fue allí donde el cabro, también, demostró una nueva condición humana para asombrar a Santiago, y afirmar la conquista de la ciudad que él se echaba al saco.
***
Ocurrió una noche con alegre y dispendioso reparto de propinas para los ciegos bebedores y faunescos, como sátiros sin vista. Les había ido mal en su recorrido por las misteriosas casas del amor comercializado, y se desquitaban en ‘’La Pata’’ de la larga jornada cansadora. Cuando Eulalio tiró sobre una de las panderetas los primeros billetes del regalo pródigo, todos imitaron el gesto del cabro, con el aire despreocupado de auténticos gentilhombres de avería y desarrapados. Alegre de dinero, como un Rey Midas, el ciego que hacia la colecta llegó con la pandereta pedigüeña hasta la mesa de un conocido matón nocturno. El hombre lanzó sobre los billetes una mirada ávida. Se alzó con ellos de un manotón. Estrellereó al ciego. ‘’La Pata’’ , repentinamente, se quedó en silencio.
Lo cortó la voz de Eulalio: ‘’Devuélveselos, pídele disculpas; y dale, encima, todo lo que llevas...’’. Hablaba con un extraño acento, sin alteraciones, helado y cortante, las manos fuera de la chaqueta, de pie en medio de todos, como agigantándose por momentos, pronto a la acción. Frente a él, en su silla, ante la mesa sucia de vino y de tabaco, el ladrón iba empequeñeciéndose, con el temor asomado a sus pupilas, el rostro desfigurado por el miedo. Pero obedeció. Devolvió el dinero. Pidió disculpas. Las subrrayó vaciando sus propios bolsillos. Luego se fue, como escurriéndose. y ‘’La Pata’’ volvió a estremecerse con su antiguo estruendo. Pero aun no había terminado todo.
***
Porque la segunda parte vino cuando regresó el matón zamarreado y despojado. No lo hizo sólo. Lo acompañaban amigos y hermanos, gente que entró armando rosca, el dedo en el gatillo, disparando al bulto de Eulalio . Agazapado, saltando como un gato, multiplicándose en los rincones, buscando siempre los huecos donde él fuese el único blanco, el cabro respondió el fuego. Lo hizo con pólvora y puntería mortífera, de acuerdo a su costumbre y a su fama. Tumbó al agresor y saltó afuera. La calle era su vieja amiga y le facilitó la huida y el escondite. Donde llegó más tarde la policía, pisándole los talones, sólo encontró negativas. Nadie había visto a Eulalio. Pero aun, tampoco, había terminado todo.
***
Porque Eulalio decidió entregarse. Lo hizo sin ninguna influencia sobre su voluntad. Apareció a la tarde siguiente en el Segundo Juzgado del Crimen, que timoneaba Federico Peña Cereceda. Mostró la verdad al Juez. Era la misma que resumían las informaciones de la prensa y los partes policiales. Había muerto a un hombre. Cierto. Pero lo había hecho en defensa propia, y más que eso, en defensa de un estricto concepto de esa verdadera justicia, que a veces se olvida y queda al otro lado de lo que determinan las leyes y los códigos. Lo comprendió así el juez. Esa misma tarde, después de oír a Eulalio, firmó su libertad. El cabro salió a la calle con nuevos ímpetus para adueñarse de la ciudad, que entonces, en ese momento, le estaba incluso agradecida. Pero la forma como lo hizo podrá ser, mejor, el tema de mañana.
‘’LA PATA’’ DINAMIZABA SU PERENNE ESCANDALO EN EYZAGUIRRE, sobre su acera Sur-Oriente, dando la vuelta por San Diego hacia Arturo Prat. Era un boliche sucio y sombrío, de una belleza casi siniestra, donde se bebía en altos potrillos un vino borracho y envenenado, tipo marcha atrás, y se sorteaba de la misma forma el albur de los besos que de las puñaladas, sin que los unos ni los otros lograsen asombrar, en ningún instante, a su airada clientela de guapos y ninfas trasnochadas. Los ciegos, que venían de las casas de caramba y zamba en busca de los últimos tragos y las últimas propinas, tocaban donde ‘’La Pata’’ un romántico estruendo de violines y acordeones. Ladrones y poetas, artistas y pistoleros, bailaban con las muchachas de grandes ojeras, que sonreían con estos desteñidos ante los espejos rotos. ‘’La Pata’’ fue el refugio de las últimas madrugadas violentas de Santiago. Ahora hay, ciertamente, otros boliches similares. Pero qué distintos.
***
Allí llegaba Eulalio, asido por el extraño y tumultuoso imán de ese reducto de Eyzaguirre, cuando la noche marchaba al encuentro del amanecer. Le gustaba esa hora casi gris, casi dorada, donde siempre se encuentran pretextos para beber una botella más junto a unas cuantas palabras amables. Era uno de los clientes más generosos, con diez dedos pródigos para repartir billetes entre las muchachas que sufrían por la mala noche sin amor, los borrachos con sed y sin un peso en los bolsillos, y los ciegos que tocaban para él, en su homenaje, los últimos tangos de arrastrados firuletes. Fue allí donde el cabro, también, demostró una nueva condición humana para asombrar a Santiago, y afirmar la conquista de la ciudad que él se echaba al saco.
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Ocurrió una noche con alegre y dispendioso reparto de propinas para los ciegos bebedores y faunescos, como sátiros sin vista. Les había ido mal en su recorrido por las misteriosas casas del amor comercializado, y se desquitaban en ‘’La Pata’’ de la larga jornada cansadora. Cuando Eulalio tiró sobre una de las panderetas los primeros billetes del regalo pródigo, todos imitaron el gesto del cabro, con el aire despreocupado de auténticos gentilhombres de avería y desarrapados. Alegre de dinero, como un Rey Midas, el ciego que hacia la colecta llegó con la pandereta pedigüeña hasta la mesa de un conocido matón nocturno. El hombre lanzó sobre los billetes una mirada ávida. Se alzó con ellos de un manotón. Estrellereó al ciego. ‘’La Pata’’ , repentinamente, se quedó en silencio.
Lo cortó la voz de Eulalio: ‘’Devuélveselos, pídele disculpas; y dale, encima, todo lo que llevas...’’. Hablaba con un extraño acento, sin alteraciones, helado y cortante, las manos fuera de la chaqueta, de pie en medio de todos, como agigantándose por momentos, pronto a la acción. Frente a él, en su silla, ante la mesa sucia de vino y de tabaco, el ladrón iba empequeñeciéndose, con el temor asomado a sus pupilas, el rostro desfigurado por el miedo. Pero obedeció. Devolvió el dinero. Pidió disculpas. Las subrrayó vaciando sus propios bolsillos. Luego se fue, como escurriéndose. y ‘’La Pata’’ volvió a estremecerse con su antiguo estruendo. Pero aun no había terminado todo.
***
Porque la segunda parte vino cuando regresó el matón zamarreado y despojado. No lo hizo sólo. Lo acompañaban amigos y hermanos, gente que entró armando rosca, el dedo en el gatillo, disparando al bulto de Eulalio . Agazapado, saltando como un gato, multiplicándose en los rincones, buscando siempre los huecos donde él fuese el único blanco, el cabro respondió el fuego. Lo hizo con pólvora y puntería mortífera, de acuerdo a su costumbre y a su fama. Tumbó al agresor y saltó afuera. La calle era su vieja amiga y le facilitó la huida y el escondite. Donde llegó más tarde la policía, pisándole los talones, sólo encontró negativas. Nadie había visto a Eulalio. Pero aun, tampoco, había terminado todo.
***
Porque Eulalio decidió entregarse. Lo hizo sin ninguna influencia sobre su voluntad. Apareció a la tarde siguiente en el Segundo Juzgado del Crimen, que timoneaba Federico Peña Cereceda. Mostró la verdad al Juez. Era la misma que resumían las informaciones de la prensa y los partes policiales. Había muerto a un hombre. Cierto. Pero lo había hecho en defensa propia, y más que eso, en defensa de un estricto concepto de esa verdadera justicia, que a veces se olvida y queda al otro lado de lo que determinan las leyes y los códigos. Lo comprendió así el juez. Esa misma tarde, después de oír a Eulalio, firmó su libertad. El cabro salió a la calle con nuevos ímpetus para adueñarse de la ciudad, que entonces, en ese momento, le estaba incluso agradecida. Pero la forma como lo hizo podrá ser, mejor, el tema de mañana.
SEGUNDO ARTICULO:
LOS BOLICHES Y SUS NOMBRES
A MARCELINO MARAMBIO LE PEGARON con firmeza y con perrera en el bar ‘’Nunca Se Supo’’, de Valparaíso, en El Almendral. La verdad es que él no sabe todavía como el iracundo Don Armando Rosca se puso a beber con él, mano a mano, hasta que se armó la gresca en cuya lotería de puñetes y de tajos, Marcelino sacó todos los números premiados. El boliche responde con airada exactitud al nombre que posee. Naturalmente, no es el único ‘’Nunca Se Supo’’ que existe en Chile. Hay versiones gemelas en cada pueblo. Todas exigen --lo mismo como suele ocurrir en la porteña—el pulso firme y los ojos muy abiertos para defender el cuero. El que pestañea, pierde. Pero hay bautizos más curiosos todavía en esta vehemente geografía bebestible del país. La botillería que Alfredo Lieux, el director de radio, tiene en la bastante pecadora calle Eyzaguirre, luce un título preciso sobre las sedientas puertas: ‘’El Cuerpo Malo’’. Donde comienza Tropezón, frente a su Punta de Diamantes, se abre un bar ufano en llamarse ‘’La Tranquilidad’’. Debe serlo ahora. Pero en mis tiempos sacaban de allí a los fulanos, con las piernas para adelante y anchos ríos rojos sobre el pecho o el vientre. No se molestaban siquiera en llamar a la Asistencia. Simplemente lanzaban los cuerpos a la calle. Y no por ello, la euforia de peligrosos escándalos nocturnos se detenía en el boliche. Seguía no más, dándole que suene, contraviniendo las tranquilas seguridades del apelativo.
Lo mismo ocurría en otro bar extravagante que se montó en el Matadero, sobre Chiloé. Se llamaba ‘’La Armonía’’. Lo era durante cinco días de la semana. Pero las cosas cambiaban del sábado al domingo. Entonces, ‘’La Armonía’’ se desarmonizaba con puñetes y puñaladas al por mayor. La dotación de la Catorce Comisaría que vigila el sector, ya se sabía de memoria la tarea. No había para qué preguntar nada. Solo bastaba con que los robustos Carabineros de turno se fuesen como en romería hasta el boliche. Nunca salieron solos. Siempre arreaban hasta el cuartel algún grupo tambaleante y agresivo, llevado codo a codo para aquietar los bríos en las manos pegadoras.
Largamente conocí estos sitios. En Hornillas abajo, cerca del Hipódromo, estaba ‘’El Barril Encantado’’. Su nombre poético contrastaba violentamente con la muerte que lo visitaba de continuo. La primera vez que estuve por allí, un fulano se desangraba en el suelo dos mesas más allá de la mía. Nadie le hacía caso. La policía no llegaba todavía, si es que la habían llamado. Ante mi asombro adolescente, la zalagarda proseguía como si tal cosa.
Vi cosas parecidas en ‘’Sí, sí, mi Nena’’, en el ‘’Se Va la Lancha’’; en ‘’El Cocodrilo’’ –de la Estación Central--, y en el ‘’Cómo Nos Cambia la Vida’’, que esta en Pueblo Hundido. Pero la experiencia más extraña de todas me sucedió en otro ‘’Nunca Se Supo’’, en Diez de Julio, por las cercanías de su Barrio Chino, casi tocándole los lomos de adobe a una famosa casa de remolienda conocida como ‘’Las Siete Puertas’’, porque las tenía. Fue allí donde debuté como reportero.
Fue el Negro Washington Alarcón, telefonista nocturno de la Prefectura General de Carabineros, quien me abrió el camino. Yo acaba de ingresar al oficio. Pero aun no hacía nada por mi cuenta. Cada vez que salía, iba bajo el timón de Luis Enrique Délano, que fue quien me enseñó a tranquear por las noticias. Pero esa noche, en el diario, yo recibí el llamado del Negro Alarcón:
--‘’Hay un boche así de grande en el ‘’Nunca Se Supo’’, de Diez de Julio --me dijo--. Parece que mataron a uno. Usted es el primero que lo sabe cabrito...’’.
Acudí con una vanidosa ambición en los ojos y en la voz a consultar al Jefe de Informaciones, el Cabezón Mario Muñoz. No estaba Délano. ¿Podría ir yo, y solo? El Cabezón asintió: ‘’Vaya a ver que pasa’’. Y fui.
Cuando llegué, lo hice junto con la Asistencia y los Carabineros. Se estaban llevando a la víctima, encharcada en sangre. Pero yo no podía soportar que se llevasen también a ‘’Mi’’ noticia. Atropellé entonces a todos, para preguntarle al agonizante casi a gritos:
--¿Quién te mató? dime...¿Quién te mató?
Con algo como una neblina que caía sobre sus ojos, velándoselos, el hombre sonrió ante mi absurda conducta:
--‘’¡Nunca Se Supo!’’ --fue su respuesta.
A MARCELINO MARAMBIO LE PEGARON con firmeza y con perrera en el bar ‘’Nunca Se Supo’’, de Valparaíso, en El Almendral. La verdad es que él no sabe todavía como el iracundo Don Armando Rosca se puso a beber con él, mano a mano, hasta que se armó la gresca en cuya lotería de puñetes y de tajos, Marcelino sacó todos los números premiados. El boliche responde con airada exactitud al nombre que posee. Naturalmente, no es el único ‘’Nunca Se Supo’’ que existe en Chile. Hay versiones gemelas en cada pueblo. Todas exigen --lo mismo como suele ocurrir en la porteña—el pulso firme y los ojos muy abiertos para defender el cuero. El que pestañea, pierde. Pero hay bautizos más curiosos todavía en esta vehemente geografía bebestible del país. La botillería que Alfredo Lieux, el director de radio, tiene en la bastante pecadora calle Eyzaguirre, luce un título preciso sobre las sedientas puertas: ‘’El Cuerpo Malo’’. Donde comienza Tropezón, frente a su Punta de Diamantes, se abre un bar ufano en llamarse ‘’La Tranquilidad’’. Debe serlo ahora. Pero en mis tiempos sacaban de allí a los fulanos, con las piernas para adelante y anchos ríos rojos sobre el pecho o el vientre. No se molestaban siquiera en llamar a la Asistencia. Simplemente lanzaban los cuerpos a la calle. Y no por ello, la euforia de peligrosos escándalos nocturnos se detenía en el boliche. Seguía no más, dándole que suene, contraviniendo las tranquilas seguridades del apelativo.
Lo mismo ocurría en otro bar extravagante que se montó en el Matadero, sobre Chiloé. Se llamaba ‘’La Armonía’’. Lo era durante cinco días de la semana. Pero las cosas cambiaban del sábado al domingo. Entonces, ‘’La Armonía’’ se desarmonizaba con puñetes y puñaladas al por mayor. La dotación de la Catorce Comisaría que vigila el sector, ya se sabía de memoria la tarea. No había para qué preguntar nada. Solo bastaba con que los robustos Carabineros de turno se fuesen como en romería hasta el boliche. Nunca salieron solos. Siempre arreaban hasta el cuartel algún grupo tambaleante y agresivo, llevado codo a codo para aquietar los bríos en las manos pegadoras.
Largamente conocí estos sitios. En Hornillas abajo, cerca del Hipódromo, estaba ‘’El Barril Encantado’’. Su nombre poético contrastaba violentamente con la muerte que lo visitaba de continuo. La primera vez que estuve por allí, un fulano se desangraba en el suelo dos mesas más allá de la mía. Nadie le hacía caso. La policía no llegaba todavía, si es que la habían llamado. Ante mi asombro adolescente, la zalagarda proseguía como si tal cosa.
Vi cosas parecidas en ‘’Sí, sí, mi Nena’’, en el ‘’Se Va la Lancha’’; en ‘’El Cocodrilo’’ –de la Estación Central--, y en el ‘’Cómo Nos Cambia la Vida’’, que esta en Pueblo Hundido. Pero la experiencia más extraña de todas me sucedió en otro ‘’Nunca Se Supo’’, en Diez de Julio, por las cercanías de su Barrio Chino, casi tocándole los lomos de adobe a una famosa casa de remolienda conocida como ‘’Las Siete Puertas’’, porque las tenía. Fue allí donde debuté como reportero.
Fue el Negro Washington Alarcón, telefonista nocturno de la Prefectura General de Carabineros, quien me abrió el camino. Yo acaba de ingresar al oficio. Pero aun no hacía nada por mi cuenta. Cada vez que salía, iba bajo el timón de Luis Enrique Délano, que fue quien me enseñó a tranquear por las noticias. Pero esa noche, en el diario, yo recibí el llamado del Negro Alarcón:
--‘’Hay un boche así de grande en el ‘’Nunca Se Supo’’, de Diez de Julio --me dijo--. Parece que mataron a uno. Usted es el primero que lo sabe cabrito...’’.
Acudí con una vanidosa ambición en los ojos y en la voz a consultar al Jefe de Informaciones, el Cabezón Mario Muñoz. No estaba Délano. ¿Podría ir yo, y solo? El Cabezón asintió: ‘’Vaya a ver que pasa’’. Y fui.
Cuando llegué, lo hice junto con la Asistencia y los Carabineros. Se estaban llevando a la víctima, encharcada en sangre. Pero yo no podía soportar que se llevasen también a ‘’Mi’’ noticia. Atropellé entonces a todos, para preguntarle al agonizante casi a gritos:
--¿Quién te mató? dime...¿Quién te mató?
Con algo como una neblina que caía sobre sus ojos, velándoselos, el hombre sonrió ante mi absurda conducta:
--‘’¡Nunca Se Supo!’’ --fue su respuesta.
TERCER ARTICULO
VIENEN LOS ESPIRITUS
TODO ESTA trazado a escuadra, sombra y terciopelo en el permanente misterio que rodea la peripecia humana de vivir y de morir. ¿Pero se muere, realmente, una vez que el ser ya no cambia de posición sobre la tierra? Hay una plural entrega de asombros dando la respuesta. El caso de Jaime Galté, por ejemplo, puede servir para la pauta y la medida de estas cosas. Galté es abogado. Funcionario de la Contraloría General de la República. He aquí, sin embargo, que en algunas ocasiones cierta Lanza como de Longino se le clava en el costado. Es cuando lo habita el espíritu de un médico famoso, el alma o el ánima de un sabio, separado de este fugaz presente por una absoluta y total distancia de tiempo y espacio. El médico murió hace años. Y era europeo. Pero cuando viene hasta Galté por la cifra de lo que es inexplicable, pero cierto, el abogado de la Contraloría se convierte en médico. Diagnostica. Receta. Cura a los enfermos. Y hasta firma como firmaba el propio muerto, con su propia letra.
YO TAMBIEN he sentido tañer esta campana. En la casa de Aníbal Mena Larraín, en la quieta calle Corvalán Melgarejo, que se abre por Alameda arriba, Jeanette de Joseph despoblaba el tiempo cada vez que “veía” al abuelo de los Mena Larraín. Hacia ya muchos años que la muerte se lo había llevado. Jamás lo conoció Jeanette. Pero de todos modos, lo veía. El abuelo se le aparecÍa, vestido con la esclavina romántica que se usaba en otra época, tocado por el solemne sombrero que acostumbró a llevar. Fue de esta manera de dardo, relámpago y piedra, como Jeanette comenzó a mostrar --y a comprender, aceptando este timón de un misterio estupefacto-- el exclusivo sortilegio de un destino. Su destino. El de Jeanette es el de conversar con los espíritus, como en un nuevo apocalipsis hecho para distribuir bondades y no espantos.
Soy un buen testigo de estos sucederes. La he visto prodigarse en esta como gracia inmensa que no tiene solución posible. En Cartagena, donde reside ahora, Jeanette de Joseph y su amiga Margot de Proeschle --nuera del profesor que le enseñó matemáticas a todo Chile-- han conversado con Manuel Rodríguez --El Guerrillero “que de todas partes viene”--, con el capitán Muño --el marino que anunció el sismo de 1906 en Valparaíso--, con el padre de la Ivonne Montero, con más de algún suicida caído en charco y barro, pero que regresó de esta laya de la muerte para descifrar entre los suyos el enigma ensangrentado de su gesto.
“Maitre” Pierre --el famoso médico francés-- es uno de los amigos preferidos de Jeanette en esta cita de ellas con el cosmos. Obsequioso, lleno de tacto, muy gentilhombre, “Maitre” Pierre siempre tiene algo que ofrecer para aliviar a los demás. Yéndose, incluso, más cerca de cualquier recuerdo, Jeanette llamó la otra noche al espíritu de un aviador desaparecido --el “Cabro” Salamanca Parada--, caído en Concepción. Le preguntaron por la suerte del LAN que voló hacia el drama. Su respuesta precisa, dada una semana antes, ha coincidido perfectamente con la verdad que sólo se sabe ahora. Pero Salamanca tenía todavía otro mensaje que entregar. “Díganle a la Chela, mi mujer –dijo--, que la felicito por decidir cambiarse”. En ese mismo instante --cosa que sólo se notició después-- su viuda había resuelto dejar Concepción para domiciliarse en Santiago.
¿Qué fuerte luz, entonces, arde en estas lámparas que Jeanette enciende en Cartagena? Traspasado de vacilaciones y de dudas, siempre con el hambre de negarlo todo, yo quise hablar a través de ellas con mi padre. No creía aun en nada. Pero cuando la mano de Jeanette firmó de la misma manera como lo hiciera el viejo Comandante --”padre mío, Capitán de Navío, ¿dónde estás?”--, sentí la emoción del que más de una vez he abdicado tontamente, de acuerdo a mi débil condición humana.
Desde entonces habita en mí algo como un delirio, como el estremecimiento de quien –viviendo-- ha podido, sin embargo, tocar las cenizas de su propia muerte.
CUARTO ARTICULO
EL PARAÍSO PERDIDO
EL PADRINO que me sostuvo en el bautizo fue Víctor Eastman Cox, entonces Embajador de Chile en Ecuador, porque yo nací en Quito, sin perder por ello mi blindada nacionalidad chilena, con mi primer respiro establecido en nuestra propia sede diplomática, esto es, Territorio de Chile. El padrino era un hombre alto, muy buenmozo, con ademanes de príncipe o de mago, tal como resultó para su ahijado, muy de veras. Siempre, al menos, me hizo regalos principescos y mágicos. Uno de ellos fue una tortuga gigante, cazada en las Islas Galápagos, en lo alto de cuya concha acorazada, con un diámetro de este volado, yo me sentaba con mucha facha para ir de paseo por las calles, muriéndome de la risa, provocando la admiración y la celosa envidia de los mocosos de mi edad.
El hecho ocurrió en Iquique, donde mi padre destacaba como Intendente de Tarapacá. Monseñor José María Caro acababa, en esos días, de ascender a Obispo desde su humilde curato de Mamiña, y Carlos Ibáñez del Campo de asumir la Prefectura de Policía del puerto con el grado de mayor. Recuerdo ambos sucederes, el obispal y el policial, porque fue al filo de ambos cuando me llegó un nuevo regalo embrujado del padrino. Esta vez era un caballo de chocolate, pero de cuerpo entero, como un mampato de Chiloé, más o menos enano, hay que entenderlo bien, hecho especialmente para mí, en Suiza, por la firma Nestlé. Creo que jamás ningún otro niño ha dispuesto de una golosina-juguete de este tipo fabuloso. Me parece que demoré poco más de dos años en comérmelo con la voraz complicidad de mis amigos, todos de glotón buen diente en estos menesteres.
Luego se enfermó el padrino. Pero enfermo y todo no se olvidó nunca de su ahijado cuando llegó mi cumpleaños. Me envió entonces a Iquique un regalo que a todos mis parientes les pareció extraño o fuera de lugar, pero que a mí me aprisionó en su vivo sortilegio. Se trataba de una preciosa Rosa de los Vientos, una joya náutica de otra edad, tal vez utilizada en una ocasión por los héroes o piratas del antiguo romance. Yo me enamoré de ella, y lo cierto es que hubo mucho de locura en mi pasión de niño. Fue por causa de la rosa de los vientos que escapé de mi casa por primera vez. Tenía apenas seis años mal cumplidos cuando realicé la hazaña y, fue entonces, me parece, cuando perdí el maravilloso paraíso de la infancia. Ya no era un niño cuando me encontraron esa misma noche, en el mar, dentro de un bote, donde me iba rumbo a cualquier parte.
He seguido escapándome después, a cada instante, siempre con la hechizada rosa de los vientos del padrino que conservo todavía. Después de todo ¡qué diablos!, supongo que ese es el riesgo establecido en mi contrato humano. Por eso entonces, lo mismo que el hijo pródigo, siempre he preferido la aventura que espera en los caminos y la libre vida de los libres vagabundos. Todavía estoy en ello, ahora que ya me ofrezco demasiado viejo. Aun me escapo cada vez que puedo. Acaso lo hago --como lo imagino a ratos-- en el vano intento, destrozado, de hallar de nuevo el paraíso perdido.
EL PADRINO que me sostuvo en el bautizo fue Víctor Eastman Cox, entonces Embajador de Chile en Ecuador, porque yo nací en Quito, sin perder por ello mi blindada nacionalidad chilena, con mi primer respiro establecido en nuestra propia sede diplomática, esto es, Territorio de Chile. El padrino era un hombre alto, muy buenmozo, con ademanes de príncipe o de mago, tal como resultó para su ahijado, muy de veras. Siempre, al menos, me hizo regalos principescos y mágicos. Uno de ellos fue una tortuga gigante, cazada en las Islas Galápagos, en lo alto de cuya concha acorazada, con un diámetro de este volado, yo me sentaba con mucha facha para ir de paseo por las calles, muriéndome de la risa, provocando la admiración y la celosa envidia de los mocosos de mi edad.
El hecho ocurrió en Iquique, donde mi padre destacaba como Intendente de Tarapacá. Monseñor José María Caro acababa, en esos días, de ascender a Obispo desde su humilde curato de Mamiña, y Carlos Ibáñez del Campo de asumir la Prefectura de Policía del puerto con el grado de mayor. Recuerdo ambos sucederes, el obispal y el policial, porque fue al filo de ambos cuando me llegó un nuevo regalo embrujado del padrino. Esta vez era un caballo de chocolate, pero de cuerpo entero, como un mampato de Chiloé, más o menos enano, hay que entenderlo bien, hecho especialmente para mí, en Suiza, por la firma Nestlé. Creo que jamás ningún otro niño ha dispuesto de una golosina-juguete de este tipo fabuloso. Me parece que demoré poco más de dos años en comérmelo con la voraz complicidad de mis amigos, todos de glotón buen diente en estos menesteres.
Luego se enfermó el padrino. Pero enfermo y todo no se olvidó nunca de su ahijado cuando llegó mi cumpleaños. Me envió entonces a Iquique un regalo que a todos mis parientes les pareció extraño o fuera de lugar, pero que a mí me aprisionó en su vivo sortilegio. Se trataba de una preciosa Rosa de los Vientos, una joya náutica de otra edad, tal vez utilizada en una ocasión por los héroes o piratas del antiguo romance. Yo me enamoré de ella, y lo cierto es que hubo mucho de locura en mi pasión de niño. Fue por causa de la rosa de los vientos que escapé de mi casa por primera vez. Tenía apenas seis años mal cumplidos cuando realicé la hazaña y, fue entonces, me parece, cuando perdí el maravilloso paraíso de la infancia. Ya no era un niño cuando me encontraron esa misma noche, en el mar, dentro de un bote, donde me iba rumbo a cualquier parte.
He seguido escapándome después, a cada instante, siempre con la hechizada rosa de los vientos del padrino que conservo todavía. Después de todo ¡qué diablos!, supongo que ese es el riesgo establecido en mi contrato humano. Por eso entonces, lo mismo que el hijo pródigo, siempre he preferido la aventura que espera en los caminos y la libre vida de los libres vagabundos. Todavía estoy en ello, ahora que ya me ofrezco demasiado viejo. Aun me escapo cada vez que puedo. Acaso lo hago --como lo imagino a ratos-- en el vano intento, destrozado, de hallar de nuevo el paraíso perdido.
QUINTO ARTICULO
LA NOCHE EN QUE ME
HICE VALIENTE
ESTE CASO del “Toto”, el matón baleado por su sobrino en sus propias canchas del barrio Matadero, configura un caso de fisonomía muy especial en el suceder popular criollo. Desde luego, el matón no es el guapo, aunque la gente se confunda más que muy a menudo con el diferente concepto de los dos terminachos. El matón es el ente de esquina y de cantina que matonea con todos los débiles que puede, haciendo siempre alarde de su fuerza física, con la daga al cinto y el bufoso pronto. El guapo, en cambio, es aquel que la guapea hasta con el Diablo, aunque sea menos fuerte que su rival, o no ande siquiera con un alfiler para defenderse. El matón es un fullero que matonea con ventajas tahúres en el juego. Se cuida muy celosamente de no correr ningún riesgo, cateando siempre la manera de cómo poder madrugar a su adversario. El guapo afronta todos los riesgos. Va a la pelea por el áspero gozo, casi, a medias o del todo bárbaro, pero decisivamente varonil, de la pelea misma. No retrocede, incluso, cuando sabe que lleva las de perder. Lucha de frente, como el “Buin”. El matón no desdeña pegar por la espalda. Siempre esta hablando de sí mismo y siempre arrastra el poncho ante los demás. El guapo no lo hace nunca. Pero acepta cualquier lance, una vez que lo metieron en el baile. El matón es un cobarde disfrazado de valiente. El guapo es el coraje mismo, alumbrando como una lámpara en dos pies.
CONOZCO muy bien esta diferencia absoluta de pelajes en lobos que sólo simulan pertenecer a una misma camada. Mi noche adolescente, y más larga de mi juventud, fueron dueñas de una iconoclasta vehemencia aventurera que me llevó a estas cosas. Una de esas noches, muy cabro todavía, fue cuando me hice valiente. Un famoso matón de aquellos años, al que llamaban el “Che Jorge” –¡vaya uno a saber por qué diablos a casi todos los matones les argentinizan el nombre!–, fue quien me hizo debutar en esta clase de duros azares, donde los hombres prueban quién es menos. Bebiendo un vino muy borracho, un trago que se mareaba en los vasos patéticos que se toman al amanecer, me encontraba esa madrugada en el boliche de “La Pata”, un fijón inverosímil que entonces se abría en Eyzaguirre, entre Arturo Prat y San Diego, en mucho contacto con el pecado y la violencia de la Plaza Almagro. Cuando ya llevaba mediada la botella, el “Ché Jorge” comenzó a torearme. Se apoyaba para hacerlo en su maligna de bravucón profesional. El mismo ya se había encargado de prodigarle a todos su historial sombrío de puñaladas y balazos. Se jactaba que tenía dos fulanos a la espalda. Como me veía aun muy niño, quería darse conmigo los enconados gozos de meterme cuco o hacerme arrancar. Pero no le di en el gusto. Lo cierto es que había cierta razón para que él me mostrase la sangre en el ojo. La culpa de todo la tenía mi propia cara de guagua. La mujer que acompañaba al “Che Jorge” se encandilaba cada vez que me miraba. Y yo también cuando la miraba a ella. Fue por eso, sin ninguna duda, que el matón me provocó, haciéndome arrastre, con todos los triunfos en la mano:
–Mocoso: si no tiene fierro, yo le presto...
¿Fue el trago? Acaso. El vino de “La Pata” era un veneno que soltaba los demonios. Pero de todos modos, escuchando al matón, se me encendió la sangre:
–Gracias –le contesté–. No lo necesito...
Y simultáneamente largué la zarpa sobre el mesón de “La Pata”, donde había una cuchilla chanchera, de este porte. Algo relumbró en mi puño, sobre el rostro del “Che Jorge”, mientras yo cargaba con el matón, haciéndolo retroceder hasta la calle en sombras. Allí el hombre se deshizo. Sólo le faltó pedirme excusas. Yo estaba muy fieramente dispuesto a tirarme un par de saltos, pese a mi completa ignorancia esgrimista o mosquetera. Pero el “Che Jorge” sólo me mostró la espalda de la fuga, y buenas noches.
Volví entonces al boliche, todavía sin soltar lo que llevaba entre mis dedos. La risa colectiva de los borrachos y borrachas estalló en ese mismo instante. Lo que yo tenía en la mano no era una cuchilla. En la precipitación de mi mucha rabia, había cogido el inofensivo y largo cucharón con que revolvían el caldo de patas de amanecida que le daba su nombre al negocio. Con eso, con una cuchara, derroté al matón.
–¡Cabrito, cabrito! –lagrimeó la pintarrajeada mujeruca del “Che”, pegada a mis solapas, envolviéndome en una honda de perfumes baratos. Yo dejé que lo hiciera. Después de todo, la cosa tenía sus agrados.
HICE VALIENTE
ESTE CASO del “Toto”, el matón baleado por su sobrino en sus propias canchas del barrio Matadero, configura un caso de fisonomía muy especial en el suceder popular criollo. Desde luego, el matón no es el guapo, aunque la gente se confunda más que muy a menudo con el diferente concepto de los dos terminachos. El matón es el ente de esquina y de cantina que matonea con todos los débiles que puede, haciendo siempre alarde de su fuerza física, con la daga al cinto y el bufoso pronto. El guapo, en cambio, es aquel que la guapea hasta con el Diablo, aunque sea menos fuerte que su rival, o no ande siquiera con un alfiler para defenderse. El matón es un fullero que matonea con ventajas tahúres en el juego. Se cuida muy celosamente de no correr ningún riesgo, cateando siempre la manera de cómo poder madrugar a su adversario. El guapo afronta todos los riesgos. Va a la pelea por el áspero gozo, casi, a medias o del todo bárbaro, pero decisivamente varonil, de la pelea misma. No retrocede, incluso, cuando sabe que lleva las de perder. Lucha de frente, como el “Buin”. El matón no desdeña pegar por la espalda. Siempre esta hablando de sí mismo y siempre arrastra el poncho ante los demás. El guapo no lo hace nunca. Pero acepta cualquier lance, una vez que lo metieron en el baile. El matón es un cobarde disfrazado de valiente. El guapo es el coraje mismo, alumbrando como una lámpara en dos pies.
CONOZCO muy bien esta diferencia absoluta de pelajes en lobos que sólo simulan pertenecer a una misma camada. Mi noche adolescente, y más larga de mi juventud, fueron dueñas de una iconoclasta vehemencia aventurera que me llevó a estas cosas. Una de esas noches, muy cabro todavía, fue cuando me hice valiente. Un famoso matón de aquellos años, al que llamaban el “Che Jorge” –¡vaya uno a saber por qué diablos a casi todos los matones les argentinizan el nombre!–, fue quien me hizo debutar en esta clase de duros azares, donde los hombres prueban quién es menos. Bebiendo un vino muy borracho, un trago que se mareaba en los vasos patéticos que se toman al amanecer, me encontraba esa madrugada en el boliche de “La Pata”, un fijón inverosímil que entonces se abría en Eyzaguirre, entre Arturo Prat y San Diego, en mucho contacto con el pecado y la violencia de la Plaza Almagro. Cuando ya llevaba mediada la botella, el “Ché Jorge” comenzó a torearme. Se apoyaba para hacerlo en su maligna de bravucón profesional. El mismo ya se había encargado de prodigarle a todos su historial sombrío de puñaladas y balazos. Se jactaba que tenía dos fulanos a la espalda. Como me veía aun muy niño, quería darse conmigo los enconados gozos de meterme cuco o hacerme arrancar. Pero no le di en el gusto. Lo cierto es que había cierta razón para que él me mostrase la sangre en el ojo. La culpa de todo la tenía mi propia cara de guagua. La mujer que acompañaba al “Che Jorge” se encandilaba cada vez que me miraba. Y yo también cuando la miraba a ella. Fue por eso, sin ninguna duda, que el matón me provocó, haciéndome arrastre, con todos los triunfos en la mano:
–Mocoso: si no tiene fierro, yo le presto...
¿Fue el trago? Acaso. El vino de “La Pata” era un veneno que soltaba los demonios. Pero de todos modos, escuchando al matón, se me encendió la sangre:
–Gracias –le contesté–. No lo necesito...
Y simultáneamente largué la zarpa sobre el mesón de “La Pata”, donde había una cuchilla chanchera, de este porte. Algo relumbró en mi puño, sobre el rostro del “Che Jorge”, mientras yo cargaba con el matón, haciéndolo retroceder hasta la calle en sombras. Allí el hombre se deshizo. Sólo le faltó pedirme excusas. Yo estaba muy fieramente dispuesto a tirarme un par de saltos, pese a mi completa ignorancia esgrimista o mosquetera. Pero el “Che Jorge” sólo me mostró la espalda de la fuga, y buenas noches.
Volví entonces al boliche, todavía sin soltar lo que llevaba entre mis dedos. La risa colectiva de los borrachos y borrachas estalló en ese mismo instante. Lo que yo tenía en la mano no era una cuchilla. En la precipitación de mi mucha rabia, había cogido el inofensivo y largo cucharón con que revolvían el caldo de patas de amanecida que le daba su nombre al negocio. Con eso, con una cuchara, derroté al matón.
–¡Cabrito, cabrito! –lagrimeó la pintarrajeada mujeruca del “Che”, pegada a mis solapas, envolviéndome en una honda de perfumes baratos. Yo dejé que lo hiciera. Después de todo, la cosa tenía sus agrados.
SEXTO ARTICULO
Comenzó la ''Guerra de Nervios'' contra el Hampa: la Ofensiva se dio el sábado
101 COGOTEROS DETENIDOS EN UNA
SOLA NOCHE, ALIVIAN A SANTIAGO
TODOS ESTABAN ARMADOS: LA POLICIA RECOGIO UN VERDADERO ARSENAL DEL DELITO
“El NEGRO CAFIOLO”, AS DEL MALEVAJE, FUE DETENIDO CUANDO BAILABA UN TANGO EN ''EL ROSEDAL'': TENIA UN SABLE OCULTO
-----------Por: El Repórter N°13----------
“LA CUMPARSITA...”.
Los sones del tango DIORO colocaron parejas de desmayados gestos sensuales sobre la pista del Rosedal. comenzaba la alegre anochecida del sábado entre los altos jarrones de vino y los besos furtivos. Un gentil caballero demostró una espalda con bisagras al doblarse en dos para invitar a una chiquilla:
–¿Bailamos este tango, señorita? Desde que la vi comprendí que usted era la dama de mis fruncimientos...
La muchacha sonrió halagada. Aceptó. Se entregó a las vueltas de la danza. Bailaba bien su pareja. Bordaba arabescos con la punta y el taco. Realizaba unas caídas más “canyengues” que el barrio de La Boca. Le preguntó interesada:
–¿Dónde aprendió a bailar tan bien?
El sonrió con varonil suficiencia:
–En Buenos Aires. Fui por un viaje de negocios...con qué ganas me la llevaría a usted.
Y ERA EL NEGRO CAFIOLO
Pero en esos precisos instantes, unas extrañas visitas llegaron a la quinta. Pasearon a través de las mesas sin sacarse los sombreros, las manos derechas sumidas en el misterio de los vestones. Un rumor estremeció a ciertos clientes:
–¡Los TIRAS! ¡Llegaron los TIRAS!
Era cierto. Se trataba de la ronda de Investigaciones. Del grupo de detectives partió, de repente, una exclamación:
–¡Mírenlo! ¡Si es el Negro Cafiolo!
El caballero que respondía tan distinguido apodo era el eximio bailarín que aprendió el tango en Buenos Aires. Lucia también otras condiciones: es COGOTERO, cuchillero, ladrón, asaltante, monrero, lanza, y otras altas castas del delito. Mostró un sorprendido rostro cuando apareció la policía. Y dijo:
–Si ahora no TENGO NA. Ya estoy retorcido y limpio de las pistas.
Pero, “por siaca” se le puso manos arriba y se procedió a realizar con él un conspicuo y distinguido allanamiento. Así surgió un espantable estoque de 100 centímetros de acero. El “Negro Cafiolo” lo llevaba pegado junto a su pierna izquierda, entre el pantalón y el calzoncillo. Su PRENDA gritó indignada:
–¡Lo que le pasa a una! ¡Y yo que lo creía un caballero! Si ni se le notaba el sable que llevaba el sinverguenza...
Resignado, con una agobiada cabeza gacha, el “sin verguenza” fue conducido a los calabozos de Investigaciones. Allí lo aguardaba una alegre sorpresa:
–¡Qué hubo, niños!, fueron las palabras que pronunció al pasar las rejas.
Porque había 100 hampones detenidos esa noche. “El Negro Cafiolo” hacia el 101.
La cifra resume la labor de Investigaciones. Fue una de las etapas de la “Guerra de Nervios” declarada por el Prefecto, Tulio Aguilera, al hampa de Santiago. Todos los días y todas las noches se hará lo mismo.
UN GLORIOSO SABLE UTILIZADO EN LA
CAMPAÑA DEL '79 SERVIA DE FUNESTA ARMA
A PELIGROSO HAMPON MAPOCHINO
La argucia de los maleantes ha llegado a la adopción de ingeniosas armas para utilizarlas en sus continuos golpes. En las últimas de las enérgicas batidas realizadas por gente del Prefecto Aguilera en este último fin de semana, se encontraron en poder de numerosos hampones las más variadas formas de armamentos.
Fueron 101 individuos. Entre ellos los había de todas las especialidades: cogoteros, monreros, pelusas, rateros, en fin, de toda la fauna delictual.
Una de las armas encontradas en poder de uno de estos era una plana de esas que utilizan para alisar la pared de cemento, que se llaman comúnmente espátulas. Esta había sido agusada de tal manera que fácilmente puede ser utilizada para despresar a un toro. Otro tenía una hoja de tijeras para cortar pasto. Larga y afilada como para liquidar a quien se atreva a oponer resistencia. Otro tenía una hoja de un glorioso sable que había sido utilizado en la campaña del '79 y que la familia lo guardaba como reliquia. El biznieto, muy hampón, lo había convertido en una arma segura para doblar a sus víctimas en despoblado en sus cogoteos nocturnos.
Había en el arsenal de armamentos las más variadas herramientas de carpintería, convertidas en afiladas hojas. Un serrucho para cortar madera fina, había servido para atemorizar a no menos de 30 “giles” -como se les llama en la jerga delictiva- a las víctimas. Un destornillador, largo y aguzado, había servido para abrir las puertas de las más variadas chapas. gubias, en fin, de un cuanto hay en materia de herramientas transformadas en peligrosas armas
EL “BAILARIN PIRATA” BAILO A PUÑETES CUANDO
PRESENTO PELEA A LA RONDA DE INVESTIGACIONES
Fue el único “guapo” que se opuso a la batida policial
Todos los “bravos” del hampa fueron “mansos” durante la batida que Investigaciones inició el sábado y prolongó el domingo. Pero como toda regla tiene su excepción, la dio “El Bailarín Pirata”, el más “toruno” de todos los que operan por San Miguel abajo.
“El Bailarín Pirata” presentó pelea, y de las bravas. Luchaba por su prestigio de guapo. Lo anunció a gritos, ante la asombrada muchedumbre de su barrio que presenció el combate:
–¡Yo soy el Bailarín Pirata! ¡Yo no tengo las manos empeñadas!. ¡Yo peleo!
Los detectives aceptaron su gentil invitación. “El Bailarín Pirata” bailó a puñetes. Cuando al fin fue dominado, fue necesario guiarlo de la mano al Cuartel de General Mackenna. No podía ver. Tenía tapados los dos ojos. Desaparecían bajo ciertos misteriosos hinchazones de un perfecto color obispo: morado.
101 COGOTEROS DETENIDOS EN UNA
SOLA NOCHE, ALIVIAN A SANTIAGO
TODOS ESTABAN ARMADOS: LA POLICIA RECOGIO UN VERDADERO ARSENAL DEL DELITO
“El NEGRO CAFIOLO”, AS DEL MALEVAJE, FUE DETENIDO CUANDO BAILABA UN TANGO EN ''EL ROSEDAL'': TENIA UN SABLE OCULTO
-----------Por: El Repórter N°13----------
“LA CUMPARSITA...”.
Los sones del tango DIORO colocaron parejas de desmayados gestos sensuales sobre la pista del Rosedal. comenzaba la alegre anochecida del sábado entre los altos jarrones de vino y los besos furtivos. Un gentil caballero demostró una espalda con bisagras al doblarse en dos para invitar a una chiquilla:
–¿Bailamos este tango, señorita? Desde que la vi comprendí que usted era la dama de mis fruncimientos...
La muchacha sonrió halagada. Aceptó. Se entregó a las vueltas de la danza. Bailaba bien su pareja. Bordaba arabescos con la punta y el taco. Realizaba unas caídas más “canyengues” que el barrio de La Boca. Le preguntó interesada:
–¿Dónde aprendió a bailar tan bien?
El sonrió con varonil suficiencia:
–En Buenos Aires. Fui por un viaje de negocios...con qué ganas me la llevaría a usted.
Y ERA EL NEGRO CAFIOLO
Pero en esos precisos instantes, unas extrañas visitas llegaron a la quinta. Pasearon a través de las mesas sin sacarse los sombreros, las manos derechas sumidas en el misterio de los vestones. Un rumor estremeció a ciertos clientes:
–¡Los TIRAS! ¡Llegaron los TIRAS!
Era cierto. Se trataba de la ronda de Investigaciones. Del grupo de detectives partió, de repente, una exclamación:
–¡Mírenlo! ¡Si es el Negro Cafiolo!
El caballero que respondía tan distinguido apodo era el eximio bailarín que aprendió el tango en Buenos Aires. Lucia también otras condiciones: es COGOTERO, cuchillero, ladrón, asaltante, monrero, lanza, y otras altas castas del delito. Mostró un sorprendido rostro cuando apareció la policía. Y dijo:
–Si ahora no TENGO NA. Ya estoy retorcido y limpio de las pistas.
Pero, “por siaca” se le puso manos arriba y se procedió a realizar con él un conspicuo y distinguido allanamiento. Así surgió un espantable estoque de 100 centímetros de acero. El “Negro Cafiolo” lo llevaba pegado junto a su pierna izquierda, entre el pantalón y el calzoncillo. Su PRENDA gritó indignada:
–¡Lo que le pasa a una! ¡Y yo que lo creía un caballero! Si ni se le notaba el sable que llevaba el sinverguenza...
Resignado, con una agobiada cabeza gacha, el “sin verguenza” fue conducido a los calabozos de Investigaciones. Allí lo aguardaba una alegre sorpresa:
–¡Qué hubo, niños!, fueron las palabras que pronunció al pasar las rejas.
Porque había 100 hampones detenidos esa noche. “El Negro Cafiolo” hacia el 101.
La cifra resume la labor de Investigaciones. Fue una de las etapas de la “Guerra de Nervios” declarada por el Prefecto, Tulio Aguilera, al hampa de Santiago. Todos los días y todas las noches se hará lo mismo.
UN GLORIOSO SABLE UTILIZADO EN LA
CAMPAÑA DEL '79 SERVIA DE FUNESTA ARMA
A PELIGROSO HAMPON MAPOCHINO
La argucia de los maleantes ha llegado a la adopción de ingeniosas armas para utilizarlas en sus continuos golpes. En las últimas de las enérgicas batidas realizadas por gente del Prefecto Aguilera en este último fin de semana, se encontraron en poder de numerosos hampones las más variadas formas de armamentos.
Fueron 101 individuos. Entre ellos los había de todas las especialidades: cogoteros, monreros, pelusas, rateros, en fin, de toda la fauna delictual.
Una de las armas encontradas en poder de uno de estos era una plana de esas que utilizan para alisar la pared de cemento, que se llaman comúnmente espátulas. Esta había sido agusada de tal manera que fácilmente puede ser utilizada para despresar a un toro. Otro tenía una hoja de tijeras para cortar pasto. Larga y afilada como para liquidar a quien se atreva a oponer resistencia. Otro tenía una hoja de un glorioso sable que había sido utilizado en la campaña del '79 y que la familia lo guardaba como reliquia. El biznieto, muy hampón, lo había convertido en una arma segura para doblar a sus víctimas en despoblado en sus cogoteos nocturnos.
Había en el arsenal de armamentos las más variadas herramientas de carpintería, convertidas en afiladas hojas. Un serrucho para cortar madera fina, había servido para atemorizar a no menos de 30 “giles” -como se les llama en la jerga delictiva- a las víctimas. Un destornillador, largo y aguzado, había servido para abrir las puertas de las más variadas chapas. gubias, en fin, de un cuanto hay en materia de herramientas transformadas en peligrosas armas
EL “BAILARIN PIRATA” BAILO A PUÑETES CUANDO
PRESENTO PELEA A LA RONDA DE INVESTIGACIONES
Fue el único “guapo” que se opuso a la batida policial
Todos los “bravos” del hampa fueron “mansos” durante la batida que Investigaciones inició el sábado y prolongó el domingo. Pero como toda regla tiene su excepción, la dio “El Bailarín Pirata”, el más “toruno” de todos los que operan por San Miguel abajo.
“El Bailarín Pirata” presentó pelea, y de las bravas. Luchaba por su prestigio de guapo. Lo anunció a gritos, ante la asombrada muchedumbre de su barrio que presenció el combate:
–¡Yo soy el Bailarín Pirata! ¡Yo no tengo las manos empeñadas!. ¡Yo peleo!
Los detectives aceptaron su gentil invitación. “El Bailarín Pirata” bailó a puñetes. Cuando al fin fue dominado, fue necesario guiarlo de la mano al Cuartel de General Mackenna. No podía ver. Tenía tapados los dos ojos. Desaparecían bajo ciertos misteriosos hinchazones de un perfecto color obispo: morado.
7.- OTROS ARTICULOS
DESPUES DE LA MEDIACION SEGUIRA
EL BAILE POR LA SOBERANIA ANTÁRTICA
LA ARGENTINA le esta haciendo ahora a Chile buenas señas de paz y de amistad, aceptando prorrogar los términos del Tratado de Solución Judicial de las Controversias, firmado con nuestro país en 1972. Pese a este aparente buen espíritu, sin embargo, algo les abulta bajo el poncho a los vecinos. La Argentina lo ha mostrado al precisar que la presunta prórroga ‘’mantendrá su vigencia sólo en la Cuestión del Canal Beagle, y siempre que Chile desista de acudir a la Corte de Justicia Internacional de La Haya para definir el pleito limítrofe austral que preocupa a las dos naciones’’. El detalle es preciso para comprender que nadie entiende a la Argentina en el proceso de la Mediación Pontificia, ni siquiera los propios argentinos amigos de la paz y el derecho.
Los enconados belicistas, naturalmente, han recibido muy bien, como hecha a la medida de su triunfalismo, la desconcertante actitud asumida en el pleito fronterizo con Chile. Para ellos, entonces, el asunto es claro: el mesianismo argentino busca el dominio del Estrecho de Magallanes, el Canal Beagle y el Cabo de Hornos no sólo para sostener con un mejor pie sus ahora discutibles pretensiones antárticas, sino también para desplazarse hacia el Pacífico, el océano llamado a ser el nuevo centro de gravitación en las relaciones mundiales. Esa es la porfiada meta que anhelan los triunfalistas argentinos al precio que sea, aceptando de antemano los riesgos de una guerra con Chile.
(...)Por eso ha proseguido el rearme argentino. No lo han detenido la ominosa experiencia sufrida en las Malvinas, y el motivo es simple: el triunfalismo del país vecino necesita hoy a toda costa una oportunidad para vencer, viéndola más fácil en la posible y no quimérica agresión a Chile. Es lo que explica la gran temperatura de las actuales compras bélicas que esta haciendo Argentina, adquiriendo cada día más misiles y más tanques, más aviones de combate y más barcos de guerra. ¿Cuál es el destino de estos pertrechos militares? No son, desde luego, para enfrentar a Gran Bretaña. Inglaterra ya le puso el pie encima a la Argentina, resignándola a lamerse las heridas, con la procesión por dentro, y habrá que esperar mucho tiempo todavía para que venga, si es que viene, la ocasión de la revancha. La respuesta más lógica, entonces, es que la Argentina quiere estar con las armas listas para encarar o intimidar a Chile en el probable caso de que se vaya al diablo la Mediación del Santo Padre.
(...) Los triunfalistas se olvidaron del laudo arbitral británico y hasta harían lo mismo con la Mediación Papal sin cuidado alguno (...) Luego del actual litigio, cualquiera que sea la solución a que se llegue, vendrá el pleito por la soberanía antártica que reclama cada país, con la Argentina echándose al buche más de las tres cuartas partes de lo que reivindica Chile: un millón doscientas cincuenta mil kilómetros cuadrados. Chile se sostiene únicamente en el derecho y en la motivación histórica y geográfica para su dominio antártico. La Argentina nada más que en su antojo, por cuyo capricho llama ‘’Tierra de San Martín’’ a nuestra tierra de O’Higgins y alega ahora que la Antártica fue descubierta por argentinos anónimos del pasado y no por Nathaniel Brown Palmer como lo reconoce el entero resto del mundo. No hay que extrañarse tanto de este delirio. Florencio Ameghino, un serio científico de la otra banda, declaró solemnemente que Adán era argentino, demostrando su certeza con pruebas y argumentos triunfalistas, anticipados a su tiempo de antaño.
Extractos en ‘’Después de la Mediación Seguirá el Baile por la Soberanía Antártica’’ por: Raúl Morales Alvarez del 26 septiembre 1982.
* ***
LO QUE SABE GALTIERI
EL NUEVO PRESIDENTE DE ARGENTINA, el general Leopoldo Galtieri, pertenece a la línea político castrense de los que llaman ‘’duros’’ en su país, esos que hasta ayer no más aparentaron ser propicios a un enfrentamiento bélico con Chile, acariciado con el mismo énfasis tanto en el ámbito civil como en el militar. Pero hoy las cosas han variado. ‘’Duros’’ y ‘’blandos’’ ofrecen ahora una distinta pero simultánea disposición para la paz, aceptando como de algún modo, de dulce y de grasa, para decirlo en el gráfico lenguaje popular, la mediación del Santo Padre.
Creo que este dichoso cambio de conducta, en más de una medida, se debe a lo que sabe Galtieri.
Su Excelencia no ignora que la condición militar de Chile destaca como la mejor de las mejores en toda la vecindad de América del Sur. Galtieri sabe que esta preciosa jerarquía forma parte de nuestra propia nacionalidad, sostenida con sentido de raza y destino de pueblo, y que esta realidad, de veras admirable, es la consecuencia natural de un acto histórico: Chile fue la primera colonia de España que se organizó de manera militar, y la única que se mantuvo con este valioso rango al tranco de los siglos. El Ejercito de Chile fue creado por el Rey Felipe III, en 1604, de modo profesional y permanente, bajo el mando inicial del Gobernador Alonso de Ribera, el soldado de Flandes que lo paternizó. Galtieri lo sabe.
Este Alonso de Ribera no era un simple hombre de armas, sacado del montón como otro más. Se rebeló como un jefe ejecutivo y visionario, determinando como el primero que lo hacia la importancia combativa de la infantería en los días en que todo se realizaba de a caballo. El primer censo poblacional, efectuado durante su mandato, estableció otra cualidad exclusiva de Chile. El censo precisó que eran soldados ‘’todos’’ los hombres de Chile, desde los catorce años para arriba, aptos para servir en cualquier momento como una fuerza militar de primer orden. Galtieri sabe que este respiro ancestral le ha dado a Chile un espíritu diferente, nutrido por el genio activo de un país que será militar por entero si las circunstancias lo reclaman. Galtieri no lo ignora. Su Excelencia sabe que no es una vana frase la que expresa que en cada chileno hay un soldado.
Chile no tiene la bomba atómica, de cuya presunta posesión ya se ha jactado el país vecino. Pero el fantasma nuclear, tal como están y van las cosas en el mundo, parece destinado sólo a un propósito de extorsión o amedrentamiento que no intimidaría a Chile en absoluto. Galtieri sabe que vale más el principio militar de Chile, escrito en el alma de cada habitante --hombre o mujer, niño o anciano-- con el país completo dispuesto para la defensa de la Dulce Patria.
Galtieri no lo ignora.
Es lo que satisface a Chile con un motivo de orgullo. Su tradición militar, nunca desmentida en el curso de la historia, elocuentiza el valor imponderable de nuestra condición nacional, señalando que cada vez que los chilenos se encontraron frente al enemigo nunca contabilizaron el número propio ni el ajeno. Siempre aceptaron que su deber era luchar hasta el sacrificio, cualesquiera que fuese el clima de la acción, y a este mandato superior de su patriotismo y de su honor han obedecido en todo instante. Galtieri sabe que esta consigna chilena sigue siendo valedera en el presente, como lo fue ayer y lo será también mañana.
Raúl Morales Alvarez, Septiembre de 1980.
* ***
EL REVES DE LA TRAMA
Bolivia y el Desconcierto
JOSE FELLMAN VELARDE fue el Canciller boliviano de la primera ruptura de relaciones con Chile. El 4 de abril de 1963, en un articulo que ocupó página y media del diario ‘’La Nación’’, de La Paz, el canciller predicó ‘’el credo sagrado del retorno de Bolivia al mar’’, encomillando sus palabras auténticas, ‘’determinado por la voluntad del pueblo boliviano, dispuesto a luchar por ese fin al precio de cualquier sacrificio, asi sea el de una guerra con Chile, nuestro enemigo de siempre, de ayer y de hoy’’.
Cuatro meses después de la publicación de estas frases, de veras arrogantes, el canciller Fellman Velarde se veía en Paraguay como jefe de la delegación boliviana que se hacia presente en la ocasión de un nuevo ascenso presidencial del general Stroessner.
José Fellman se encontró en esta condición, en Asunción del Paraguay, con el plenipotenciario chileno, Conrado Ríos Gallardo, representante de nuestro país en la misma ceremonia. El 16 de agosto, únicamente ante testigos paraguayos y chilenos, se produjo una insólita entrevista de los dos personajes, ambos marcados a fuego para los participantes neutrales de la escena: como antiboliviano Ríos Gallardo, y como antichileno, a su vez, Fellman Velarde.
Entonces ocurrió el sorpresivo asombro. Fellman Velarde les declaró a todos, pero dirigiéndose en particular a Ríos Gallardo, que ‘’las pretensiones marítimas de Bolivia no tenían ningún asidero’’, rogándoles el secreto a sus escuchas ‘’porque lo que les he dicho me puede significar la horca en mi país’’. Ríos Gallardo, en cambio, se limitó a señalar en su parca respuesta que ‘’el Tratado de 1904 ha definido claramente la frontera entre Chile y Bolivia, sin que ello signifique que Chile se niegue a buscar una solución de armonía al presunto problema mediterráneo de Bolivia. Chile esta dispuesto a conversar. Pero jamás cederá sin compensaciones ni siquiera una pulgada de su territorio’’.
Lo que relato puede parecer increíble. Pero el episodio ha sido profusamente recogido por un escritor y diplomático boliviano, Alberto Virreira Paccieri, en las páginas 293 a 308 de su obra más fundamental: ‘’Puerto propio y soberano para Bolivia’’. El secreto urgido por Fellman Velarde, después de todo, no fue, pues, conservado con ningún celo. Tampoco el canciller boliviano sufrió la horca, como lo temía.
Esta conducta desconcertante ha sido perenne en la costumbre boliviana. El Tratado de 1904, expresando la formal renuncia de Bolivia al mar, fue defendida ante el Congreso de La Paz, por Heliodoro Villazón y Félix Avelino Aramayo, sus políticos de mayor jerarquía en esos días.
Seis años después Villazón era su Excelencia en Bolivia. Entonces, ya con rango de artillería presidencial, lanzó el primer disparo portuario de la serie prolongada hasta hoy, declarando que ‘’Bolivia no puede vivir aislado del mar’’, por lo que haría los sacrificios que fuesen necesarios, ‘’incluyendo los de una guerra con Chile’’, en aras de su retorno oceánico.
Desde entonces arde la candela marítima boliviana, en manos de un constante Jano, de dos caras. Ese ha sido y es el juego de Bolivia.
Por: Argonauta, en
Mayo de 1979.
* ***
DESTINO DE CHILE
TENEMOS EL GENIO Y LA FIGURA DE UN PAIS MARÍTIMO, dichosamente antártico. Desde los 18° hasta los 56° de Latitud Sur, esto es, entre Arica y el Cabo de Hornos, Chile mensura cuatro mil kilómetros de costa, casi en admirable línea recta, sin contar el perímetro de las islas y archipiélagos que abultan sobre todo al salir de Puerto Montt hacia el Sur. Pero Chile no termina en el Cabo de Hornos. Luego del Cabo, más allá del Paso Drake --y exactamente desde el Canal Beagle--. se advierte la prolongación sumergida de los Andes patagónicos, estableciendo con ello la lógica o natural prolongación territorial de Chile.
Las cumbres más altas de la cordillera submarina emergen con rostros insulares hasta empalmar en la Antártica con nuestra Tierra de O’Higgins. Esas mismas cimas, erguidas frente al Beagle, trazan lo que los científicos denominan Arco Antillano y también Arco de Escocia, donde chocan las corrientes oceánicas, precisando allí la auténtica frontera física entre el Pacifico y el Atlántico. El meridiano del Cabo de Hornos es, pues, sólo un ficticio límite oceánico.
Este respiro marítimo y antártico, exclusivo de Chile en nuestra América, fue avizorado por O’Higgins, comprendido por Diego Portales, realizado por Manuel Bulnes, exigido por Vicente Pérez Rosales y Carlos Morla, y defendido como el más precioso vellocino de raza por Abdón Cifuentes, Adolfo Ibáñez, Rafael Sotomayor y Joaquín Walker Martínez.
El desplome vino cuando asumió el poder una oligarquía agraria, sin más pasión que el fundo, negándose al mar, caso que también significaba negarle a Chile su mejor destino. La penuria siguió con el ascenso político y económico de una clase igualmente limitada en su rectoría gobernante. Sólo hemos vuelto a entender lo que significa de veras en Chile a raíz de los pleitos limítrofes australes.
En ello estamos ahora, a la espera de lo que se resuelva en virtud de la Mediación del Papa, pero atesorando al mismo tiempo la conciencia nacional de que el mar todavía puede reservarle un instante de grandeza a Chile. Por eso defendemos nuestra soberanía incontestable en el Beagle y el Cabo de Hornos, ciertos de que con ello defendemos también la soberanía antártica que nos pertenece.
El mediador papal, en definitiva, ofrecerá la seguridad de la paz para Chile y la Argentina, alejando las amenazas de una guerra, como lo anhelan ambos pueblos. Propiciemos, pues, el triunfo de la paz sobre el fantasma bélico, pero sin aceptar humillaciones ni bajezas. La única paz valida es la que no rebaja la condición humana. Así entones la paz se hace limpia, digna y duradera.
La condición humana de Chile es la de su destino marítimo y antártico, sostenido por la verdad histórica, geográfica y jurídica en toda circunstancia. Serenos, como la bandera, Chile espera que la suma de esa verdad demuestre un paso ejecutivo en la balanza mediadora.
* ***
PRODIGIO MARINO
EN LOS DIAS DE VERANO SANGUINARIO, ardiendo con el sol rojo en su calor inmóvil, me agrada irme a reposar a la sombra de las más frescas praderas al alcance del anhelo humano.
Son los campos del mar, los vastos potreros sumergidos, donde también llega el sol, ya sin causarles agobios ni molestias a nadie. El viejo Cara e’Gallo sólo hunde en el mar su dorado sexo innumerable para fecundar la vegetación que crepita bajo el agua, con una presencia plural de algas unicelulares, las ‘’diatemas’’, microscópicas en sus genios y figuras. Asi se forma lo que se llama ‘’fitoplancton’’, en el pedantesco lenguaje científico, una palabreja que viene del griego y significa ‘’plantación errante’’, y eso es la admirable pradera submarina, cuya producción anual de alimentos se calcula en ¡mil cuatrocientas toneladas de elementos nutritivos por kilómetros cuadrado!
Ninguna explotación agrícola terrestre puede comparar su fertilidad con la ofrecida por los potreros sumergidos.
El hecho establece una verdad desconcertante, precisando que todavía no sabemos trabajar al mar. Sólo le hemos enviado pescadores a través de los milenios, señalando que recién ha comenzado la búsqueda petrolera. Pero aun no comprendemos que lo que hace más falta es la creación de un ‘’campesinado del mar’’, capacitado para domar y tener al servicio de la familia humana las reservas vitales del prodigio submarino.
Es necesario saber para entender bien y sin errores lo que señalo, que en nada más que un litro cúbico de agua salada hay ocho mil millones de diatemas y mil trescientos huevos de peces, presencias vivas dables de convertirse en alimentos, y el ejemplo puede ofrecerse aun de manera mas elocuente.
En 200 kilómetros cuadrados de pradera sumergida, una mensura que se encuentra hasta decir de sobra en el hondor de cualquier caleta y bahía de Chile, abultan hasta 160 millones de huevos de peces y 117 millones de larvas de mariscos. No es, pues, una vana quimera el decir que asegura que el mar litoral de Chile --solo el que se pega a su Costa, no su mar Territorial ni Patrimonial--, podría alimentar sin problemas a toda la humanidad.
El mar es nuestra ‘’Gran Nodriza’’, según el gráfico decir coincidente de dos famosos investigadores oceánicos: Cousteau y Maury. Es, pues, el anfitrión benévolo de todos los fenómenos vitales que se precisan bajo el agua. Pero allí los seres no están diseminados al azar. Leyes rigurosas los apartan, los multiplican o los eliminan. El mar sólo es uniforme para el corto ojo terrestre. Lo cierto, sin embargo, es que esta compuesto por países mucho más diversos de los que conocemos sobre el suelo.
Ese será el ámbito de trabajo del futuro campesinado del mar
No quisiera morirme sin ver explotar las vastas praderas sumergidas de la misma manera que un labrantío agropecuario, cultivando las especies vegetales y apacentando y domesticando los peces y mariscos tal como si fuesen rebaños.
Entonces, cuando ello ocurra, ya no le penará al mundo el fantasma del hambre que hoy ronda de modo tan cruel y tan tenaz.
EL BAILE POR LA SOBERANIA ANTÁRTICA
LA ARGENTINA le esta haciendo ahora a Chile buenas señas de paz y de amistad, aceptando prorrogar los términos del Tratado de Solución Judicial de las Controversias, firmado con nuestro país en 1972. Pese a este aparente buen espíritu, sin embargo, algo les abulta bajo el poncho a los vecinos. La Argentina lo ha mostrado al precisar que la presunta prórroga ‘’mantendrá su vigencia sólo en la Cuestión del Canal Beagle, y siempre que Chile desista de acudir a la Corte de Justicia Internacional de La Haya para definir el pleito limítrofe austral que preocupa a las dos naciones’’. El detalle es preciso para comprender que nadie entiende a la Argentina en el proceso de la Mediación Pontificia, ni siquiera los propios argentinos amigos de la paz y el derecho.
Los enconados belicistas, naturalmente, han recibido muy bien, como hecha a la medida de su triunfalismo, la desconcertante actitud asumida en el pleito fronterizo con Chile. Para ellos, entonces, el asunto es claro: el mesianismo argentino busca el dominio del Estrecho de Magallanes, el Canal Beagle y el Cabo de Hornos no sólo para sostener con un mejor pie sus ahora discutibles pretensiones antárticas, sino también para desplazarse hacia el Pacífico, el océano llamado a ser el nuevo centro de gravitación en las relaciones mundiales. Esa es la porfiada meta que anhelan los triunfalistas argentinos al precio que sea, aceptando de antemano los riesgos de una guerra con Chile.
(...)Por eso ha proseguido el rearme argentino. No lo han detenido la ominosa experiencia sufrida en las Malvinas, y el motivo es simple: el triunfalismo del país vecino necesita hoy a toda costa una oportunidad para vencer, viéndola más fácil en la posible y no quimérica agresión a Chile. Es lo que explica la gran temperatura de las actuales compras bélicas que esta haciendo Argentina, adquiriendo cada día más misiles y más tanques, más aviones de combate y más barcos de guerra. ¿Cuál es el destino de estos pertrechos militares? No son, desde luego, para enfrentar a Gran Bretaña. Inglaterra ya le puso el pie encima a la Argentina, resignándola a lamerse las heridas, con la procesión por dentro, y habrá que esperar mucho tiempo todavía para que venga, si es que viene, la ocasión de la revancha. La respuesta más lógica, entonces, es que la Argentina quiere estar con las armas listas para encarar o intimidar a Chile en el probable caso de que se vaya al diablo la Mediación del Santo Padre.
(...) Los triunfalistas se olvidaron del laudo arbitral británico y hasta harían lo mismo con la Mediación Papal sin cuidado alguno (...) Luego del actual litigio, cualquiera que sea la solución a que se llegue, vendrá el pleito por la soberanía antártica que reclama cada país, con la Argentina echándose al buche más de las tres cuartas partes de lo que reivindica Chile: un millón doscientas cincuenta mil kilómetros cuadrados. Chile se sostiene únicamente en el derecho y en la motivación histórica y geográfica para su dominio antártico. La Argentina nada más que en su antojo, por cuyo capricho llama ‘’Tierra de San Martín’’ a nuestra tierra de O’Higgins y alega ahora que la Antártica fue descubierta por argentinos anónimos del pasado y no por Nathaniel Brown Palmer como lo reconoce el entero resto del mundo. No hay que extrañarse tanto de este delirio. Florencio Ameghino, un serio científico de la otra banda, declaró solemnemente que Adán era argentino, demostrando su certeza con pruebas y argumentos triunfalistas, anticipados a su tiempo de antaño.
Extractos en ‘’Después de la Mediación Seguirá el Baile por la Soberanía Antártica’’ por: Raúl Morales Alvarez del 26 septiembre 1982.
* ***
LO QUE SABE GALTIERI
EL NUEVO PRESIDENTE DE ARGENTINA, el general Leopoldo Galtieri, pertenece a la línea político castrense de los que llaman ‘’duros’’ en su país, esos que hasta ayer no más aparentaron ser propicios a un enfrentamiento bélico con Chile, acariciado con el mismo énfasis tanto en el ámbito civil como en el militar. Pero hoy las cosas han variado. ‘’Duros’’ y ‘’blandos’’ ofrecen ahora una distinta pero simultánea disposición para la paz, aceptando como de algún modo, de dulce y de grasa, para decirlo en el gráfico lenguaje popular, la mediación del Santo Padre.
Creo que este dichoso cambio de conducta, en más de una medida, se debe a lo que sabe Galtieri.
Su Excelencia no ignora que la condición militar de Chile destaca como la mejor de las mejores en toda la vecindad de América del Sur. Galtieri sabe que esta preciosa jerarquía forma parte de nuestra propia nacionalidad, sostenida con sentido de raza y destino de pueblo, y que esta realidad, de veras admirable, es la consecuencia natural de un acto histórico: Chile fue la primera colonia de España que se organizó de manera militar, y la única que se mantuvo con este valioso rango al tranco de los siglos. El Ejercito de Chile fue creado por el Rey Felipe III, en 1604, de modo profesional y permanente, bajo el mando inicial del Gobernador Alonso de Ribera, el soldado de Flandes que lo paternizó. Galtieri lo sabe.
Este Alonso de Ribera no era un simple hombre de armas, sacado del montón como otro más. Se rebeló como un jefe ejecutivo y visionario, determinando como el primero que lo hacia la importancia combativa de la infantería en los días en que todo se realizaba de a caballo. El primer censo poblacional, efectuado durante su mandato, estableció otra cualidad exclusiva de Chile. El censo precisó que eran soldados ‘’todos’’ los hombres de Chile, desde los catorce años para arriba, aptos para servir en cualquier momento como una fuerza militar de primer orden. Galtieri sabe que este respiro ancestral le ha dado a Chile un espíritu diferente, nutrido por el genio activo de un país que será militar por entero si las circunstancias lo reclaman. Galtieri no lo ignora. Su Excelencia sabe que no es una vana frase la que expresa que en cada chileno hay un soldado.
Chile no tiene la bomba atómica, de cuya presunta posesión ya se ha jactado el país vecino. Pero el fantasma nuclear, tal como están y van las cosas en el mundo, parece destinado sólo a un propósito de extorsión o amedrentamiento que no intimidaría a Chile en absoluto. Galtieri sabe que vale más el principio militar de Chile, escrito en el alma de cada habitante --hombre o mujer, niño o anciano-- con el país completo dispuesto para la defensa de la Dulce Patria.
Galtieri no lo ignora.
Es lo que satisface a Chile con un motivo de orgullo. Su tradición militar, nunca desmentida en el curso de la historia, elocuentiza el valor imponderable de nuestra condición nacional, señalando que cada vez que los chilenos se encontraron frente al enemigo nunca contabilizaron el número propio ni el ajeno. Siempre aceptaron que su deber era luchar hasta el sacrificio, cualesquiera que fuese el clima de la acción, y a este mandato superior de su patriotismo y de su honor han obedecido en todo instante. Galtieri sabe que esta consigna chilena sigue siendo valedera en el presente, como lo fue ayer y lo será también mañana.
Raúl Morales Alvarez, Septiembre de 1980.
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EL REVES DE LA TRAMA
Bolivia y el Desconcierto
JOSE FELLMAN VELARDE fue el Canciller boliviano de la primera ruptura de relaciones con Chile. El 4 de abril de 1963, en un articulo que ocupó página y media del diario ‘’La Nación’’, de La Paz, el canciller predicó ‘’el credo sagrado del retorno de Bolivia al mar’’, encomillando sus palabras auténticas, ‘’determinado por la voluntad del pueblo boliviano, dispuesto a luchar por ese fin al precio de cualquier sacrificio, asi sea el de una guerra con Chile, nuestro enemigo de siempre, de ayer y de hoy’’.
Cuatro meses después de la publicación de estas frases, de veras arrogantes, el canciller Fellman Velarde se veía en Paraguay como jefe de la delegación boliviana que se hacia presente en la ocasión de un nuevo ascenso presidencial del general Stroessner.
José Fellman se encontró en esta condición, en Asunción del Paraguay, con el plenipotenciario chileno, Conrado Ríos Gallardo, representante de nuestro país en la misma ceremonia. El 16 de agosto, únicamente ante testigos paraguayos y chilenos, se produjo una insólita entrevista de los dos personajes, ambos marcados a fuego para los participantes neutrales de la escena: como antiboliviano Ríos Gallardo, y como antichileno, a su vez, Fellman Velarde.
Entonces ocurrió el sorpresivo asombro. Fellman Velarde les declaró a todos, pero dirigiéndose en particular a Ríos Gallardo, que ‘’las pretensiones marítimas de Bolivia no tenían ningún asidero’’, rogándoles el secreto a sus escuchas ‘’porque lo que les he dicho me puede significar la horca en mi país’’. Ríos Gallardo, en cambio, se limitó a señalar en su parca respuesta que ‘’el Tratado de 1904 ha definido claramente la frontera entre Chile y Bolivia, sin que ello signifique que Chile se niegue a buscar una solución de armonía al presunto problema mediterráneo de Bolivia. Chile esta dispuesto a conversar. Pero jamás cederá sin compensaciones ni siquiera una pulgada de su territorio’’.
Lo que relato puede parecer increíble. Pero el episodio ha sido profusamente recogido por un escritor y diplomático boliviano, Alberto Virreira Paccieri, en las páginas 293 a 308 de su obra más fundamental: ‘’Puerto propio y soberano para Bolivia’’. El secreto urgido por Fellman Velarde, después de todo, no fue, pues, conservado con ningún celo. Tampoco el canciller boliviano sufrió la horca, como lo temía.
Esta conducta desconcertante ha sido perenne en la costumbre boliviana. El Tratado de 1904, expresando la formal renuncia de Bolivia al mar, fue defendida ante el Congreso de La Paz, por Heliodoro Villazón y Félix Avelino Aramayo, sus políticos de mayor jerarquía en esos días.
Seis años después Villazón era su Excelencia en Bolivia. Entonces, ya con rango de artillería presidencial, lanzó el primer disparo portuario de la serie prolongada hasta hoy, declarando que ‘’Bolivia no puede vivir aislado del mar’’, por lo que haría los sacrificios que fuesen necesarios, ‘’incluyendo los de una guerra con Chile’’, en aras de su retorno oceánico.
Desde entonces arde la candela marítima boliviana, en manos de un constante Jano, de dos caras. Ese ha sido y es el juego de Bolivia.
Por: Argonauta, en
Mayo de 1979.
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DESTINO DE CHILE
TENEMOS EL GENIO Y LA FIGURA DE UN PAIS MARÍTIMO, dichosamente antártico. Desde los 18° hasta los 56° de Latitud Sur, esto es, entre Arica y el Cabo de Hornos, Chile mensura cuatro mil kilómetros de costa, casi en admirable línea recta, sin contar el perímetro de las islas y archipiélagos que abultan sobre todo al salir de Puerto Montt hacia el Sur. Pero Chile no termina en el Cabo de Hornos. Luego del Cabo, más allá del Paso Drake --y exactamente desde el Canal Beagle--. se advierte la prolongación sumergida de los Andes patagónicos, estableciendo con ello la lógica o natural prolongación territorial de Chile.
Las cumbres más altas de la cordillera submarina emergen con rostros insulares hasta empalmar en la Antártica con nuestra Tierra de O’Higgins. Esas mismas cimas, erguidas frente al Beagle, trazan lo que los científicos denominan Arco Antillano y también Arco de Escocia, donde chocan las corrientes oceánicas, precisando allí la auténtica frontera física entre el Pacifico y el Atlántico. El meridiano del Cabo de Hornos es, pues, sólo un ficticio límite oceánico.
Este respiro marítimo y antártico, exclusivo de Chile en nuestra América, fue avizorado por O’Higgins, comprendido por Diego Portales, realizado por Manuel Bulnes, exigido por Vicente Pérez Rosales y Carlos Morla, y defendido como el más precioso vellocino de raza por Abdón Cifuentes, Adolfo Ibáñez, Rafael Sotomayor y Joaquín Walker Martínez.
El desplome vino cuando asumió el poder una oligarquía agraria, sin más pasión que el fundo, negándose al mar, caso que también significaba negarle a Chile su mejor destino. La penuria siguió con el ascenso político y económico de una clase igualmente limitada en su rectoría gobernante. Sólo hemos vuelto a entender lo que significa de veras en Chile a raíz de los pleitos limítrofes australes.
En ello estamos ahora, a la espera de lo que se resuelva en virtud de la Mediación del Papa, pero atesorando al mismo tiempo la conciencia nacional de que el mar todavía puede reservarle un instante de grandeza a Chile. Por eso defendemos nuestra soberanía incontestable en el Beagle y el Cabo de Hornos, ciertos de que con ello defendemos también la soberanía antártica que nos pertenece.
El mediador papal, en definitiva, ofrecerá la seguridad de la paz para Chile y la Argentina, alejando las amenazas de una guerra, como lo anhelan ambos pueblos. Propiciemos, pues, el triunfo de la paz sobre el fantasma bélico, pero sin aceptar humillaciones ni bajezas. La única paz valida es la que no rebaja la condición humana. Así entones la paz se hace limpia, digna y duradera.
La condición humana de Chile es la de su destino marítimo y antártico, sostenido por la verdad histórica, geográfica y jurídica en toda circunstancia. Serenos, como la bandera, Chile espera que la suma de esa verdad demuestre un paso ejecutivo en la balanza mediadora.
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PRODIGIO MARINO
EN LOS DIAS DE VERANO SANGUINARIO, ardiendo con el sol rojo en su calor inmóvil, me agrada irme a reposar a la sombra de las más frescas praderas al alcance del anhelo humano.
Son los campos del mar, los vastos potreros sumergidos, donde también llega el sol, ya sin causarles agobios ni molestias a nadie. El viejo Cara e’Gallo sólo hunde en el mar su dorado sexo innumerable para fecundar la vegetación que crepita bajo el agua, con una presencia plural de algas unicelulares, las ‘’diatemas’’, microscópicas en sus genios y figuras. Asi se forma lo que se llama ‘’fitoplancton’’, en el pedantesco lenguaje científico, una palabreja que viene del griego y significa ‘’plantación errante’’, y eso es la admirable pradera submarina, cuya producción anual de alimentos se calcula en ¡mil cuatrocientas toneladas de elementos nutritivos por kilómetros cuadrado!
Ninguna explotación agrícola terrestre puede comparar su fertilidad con la ofrecida por los potreros sumergidos.
El hecho establece una verdad desconcertante, precisando que todavía no sabemos trabajar al mar. Sólo le hemos enviado pescadores a través de los milenios, señalando que recién ha comenzado la búsqueda petrolera. Pero aun no comprendemos que lo que hace más falta es la creación de un ‘’campesinado del mar’’, capacitado para domar y tener al servicio de la familia humana las reservas vitales del prodigio submarino.
Es necesario saber para entender bien y sin errores lo que señalo, que en nada más que un litro cúbico de agua salada hay ocho mil millones de diatemas y mil trescientos huevos de peces, presencias vivas dables de convertirse en alimentos, y el ejemplo puede ofrecerse aun de manera mas elocuente.
En 200 kilómetros cuadrados de pradera sumergida, una mensura que se encuentra hasta decir de sobra en el hondor de cualquier caleta y bahía de Chile, abultan hasta 160 millones de huevos de peces y 117 millones de larvas de mariscos. No es, pues, una vana quimera el decir que asegura que el mar litoral de Chile --solo el que se pega a su Costa, no su mar Territorial ni Patrimonial--, podría alimentar sin problemas a toda la humanidad.
El mar es nuestra ‘’Gran Nodriza’’, según el gráfico decir coincidente de dos famosos investigadores oceánicos: Cousteau y Maury. Es, pues, el anfitrión benévolo de todos los fenómenos vitales que se precisan bajo el agua. Pero allí los seres no están diseminados al azar. Leyes rigurosas los apartan, los multiplican o los eliminan. El mar sólo es uniforme para el corto ojo terrestre. Lo cierto, sin embargo, es que esta compuesto por países mucho más diversos de los que conocemos sobre el suelo.
Ese será el ámbito de trabajo del futuro campesinado del mar
No quisiera morirme sin ver explotar las vastas praderas sumergidas de la misma manera que un labrantío agropecuario, cultivando las especies vegetales y apacentando y domesticando los peces y mariscos tal como si fuesen rebaños.
Entonces, cuando ello ocurra, ya no le penará al mundo el fantasma del hambre que hoy ronda de modo tan cruel y tan tenaz.
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ARTICULO SELECCIONADO
Es la Extensión Territorial del Nuevo Departamento Antártico:
UN MILLON 250 MIL KILOMETROS CUADRADOS TRAE GABRIEL GONZALES DE REGALO A CHILE
PULSO Y VIDA DE LA ANTARTICA
Las Noticias Gráficas se complace en presentar en estas columnas la más completa, integral y veraz biografía del País del Hielo, gracias a la amena y leída pluma de Raúl Morales Alvarez, subdirector, enviado especial a la Zona Austral, quien se dio el lujo de anotarse --él y LNG-- una serie de golpes periodísticos que harán época en la historia del diarismo chileno. RMA nos telegrafió el lunes 8 de febrero que Gabriel González Videla pasaría de largo frente a Punta Arenas, rumbo a la Antártica.
Nos desmintieron.
El martes 9 un nuevo telegrama de Raúl Morales Alvarez anunciaba: ‘‘Gabriel González embarcará en el ‘’Pinto’’; el ‘’Rancagua’’ ya llegó a Soberanía...”.
Nuevo desmentido.
Pero el jueves la Moneda confirmaba en todos sus detalles los despachos de nuestro subdirector, que volvía a golpear el miércoles, diciendo: ‘‘Hay Uranio en la Antártica”, lo que confirmaba el viernes 20, en una entrevista de la United Press, el Almirante Bird.
Como un homenaje al Primer Mandatario, cuyo gesto incorporó al Territorio Nacional un millón 250 mil kilómetros cuadrados, --alargó los límites de Chile hasta el Polo Sur, cumpliendo con los sueños visionarios de los Próceres--, LNG y Raúl Morales Alvarez (El Repórter Nº13) publican ahora la mejor información sobre la Antártica.
***
147 MINERALES OCULTA SU VIENTRE BLANCO:
SUS MARES SON PARAISO DE BALLENAS
‘‘Tengo seis amigos que me contaron cuanto sé: sus nombres son qué y porqué, y cómo y cuándo y dónde y quién”.
ESTAS SON LAS TIERRAS DESOLADAS Y HEROICAS, la helada extensión del Continente Blanco, su loca geografía destrozada, que aguarda a los hombres de animoso corazón, capaces de conquistar su secreto de viejos milenios. Gabriel González Videla las contempló el mediodía del martes l7 de febrero, acoderado sobre las húmedas regalas del puente de mando del Transporte ‘‘Presidente Pinto”, después de ganar la carrera hacia la Antártica, que estremeció al mundo y tuvo a Chile, durante 56 horas, con el pulso en tensión.
Semejando un vidrio redondo y opaco, un sol muy pálido hacia reververar los macizos nevados de Puerto Soberanía. El Presidente alzó la cabeza. Arriba soplaban los Veinte Bramadores, corriendo a 120 kilómetros por hora, haciendo flamear alegremente, al tope de mesana, en la claridad del Horizonte Blanco, el Pabellón Presidencial, desgarrado por las ásperas manos del temporal que sorprendió a la Escuadra, durante las 428 millas del Mar de Drake, cubiertas en 45 horas de constante pelea contra el viento y el agua.
‘‘El Pinto” hizo cabecear su afilada roda sobre el encrespado vientre de las olas. Desplazándose hacia el noreste, pasaban los témpanos, moviéndose con la agilidad de silenciosos gigantes. El Presidente no los vio. Tampoco escuchó las recias y viriles voces de mando que pronunciaba, apenas a un paso suyo, el segundo de a bordo, Capitán de Corbeta, Luis Berger Igualt, ordenando la maniobra marinera del anclaje:
--Fondo estribor...¡fondo! ... Fondo babor... ¡fondo!
OHIGGINS, PADRE NUESTRO
El estrépito de las anclas y cadenas pasando a través de los escoberes para ir a reposar en el fondo de la bahía, como quietos cetáceos sumergidos, pareció sacar de su ensimismamiento al Presidente de Chile. Un brusco gesto suyo hizo caer sobre los hombros la ‘‘capucha” de pesado camello navegante que lo abrigaba. Su cabeza quedó desnuda bajo una temperatura de 0 grado que volvió azules los dedos de los cadetes ya alineados en cubierta. Pero Gabriel González no sintió frío. Cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo había, también, una nueva luz alumbrando sus pupilas. Volviéndose hacia la derecha, tropezó con un rostro emocionado. El del general Ramón Cañas Montalva. El Presidente le habló en voz queda:
--General, cuando cerré los ojos me pareció ver a O'Higgins. Cuando los abrí también estaba allí Don Bernardo...
La respuesta fue de seca elocuencia:
--A mí también, Presidente...
FRENTE Y PERFIL DEL SEXTO CONTINENTE
14 millones 500 mil kilómetros cuadrados --el doble de Australia, la mitad de Africa-- se suman sobre la extensión del Continente Helado. Cuando a las 6.25 del martes l7, desde una de las barcazas de desembarco del Transporte ''Pinto”, GGV saltó sobre la nevada playa de Puerto Soberanía, las baterías de la nave saludaron con 21 salvas, horodando el estremecido crepúsculo polar, el gesto del Presidente que acababa de reivindicar ante el mundo los derechos de Chile sobre un millón 250 mil kilómetros cuadrados de superficie blanca, incorporando el nombre de Gabriel González al de los próceres que nos cautelan el destino y su grandeza histórica con las propias palabras gallardas de nuestro lema magnífico: Por la Razón o la Fuerza...
Era el sueño que movió la inquietud patriótica de O'Higgins hasta que la muerte depositó sobre sus ojos toneladas de silencio y de tiempo. El mismo anhelo que guió la mano de Don Pedro Aguirre Cerda cuando el 06 de noviembre de 1940 puso su firma sobre el Decreto 1747 que fijó los límites de la Antártica Chilena, entre los meridianos 53º Longuitud Oeste y 90º Longuitud Oeste de Greenwich.
Ese sueño y ese anhelo acababan de cumplirse ahora, y cobraban la realidad de un mandato ejercido con la toma de posesión realizada por Gabriel González. Por eso había emoción en los ojos del Presidente cuando revistó los 11 hombres que con el Teniente Boris Kopeltic formaron el destacamento antártico que montó guardia junto a la bandera de la única estrella, en Puerto Soberanía, desde el 13 de febrero de 1947. No era el viento que formaba remolinos en la nieve y encrespaba las olas lo que humedecía las pupilas del Presidente. Apoyándose en los hombros del Almirante Torres Hevia, lo explicó:
--Don Pedro debe sentirse contento, Almirante...creo que los grandes hombres, como él, no mueren. No pueden morir. Continúan persistiendo a través del cosmos...Allí debe estar ahora su sombra de prócer, sintiéndose feliz con el mismo júbilo que hoy nos embarga. ¿No lo cree Ud. así, Almirante?
La respuesta del marino tuvo el símbolo de un saludo militar:
--Yo fui su edecán, Excelencia...a don Pedro tiene que gustarle verme aquí. Es como si le dijera ¡Presente! al Gran Desaparecido...
Por eso, también, más tarde, Gabriel González me decía a bordo del ‘‘Pinto”, navegando las 80 millas que separan Puerto del Hambre de Punta Arenas:
--Cumplí con el mandato histórico de los próceres que nos dieron la chilenidad. Frente a las amenazas y acechanzas extrañas, he demostrado que la casa no nos queda grande...es mi orgullo.
VALOR FUNDAMENTAL DEL PAIS DEL HIELO
En este millón 250 mil kilómetros cuadrados que Gabriel González incorporó a Chile como el Departamento Antártico, capital Navarino, reside una riqueza de gesta y de epopeya, como aquellas que en el pasado movieron a los hombres hacia la conquista de los Grandes Vellocinos, dividiéndolos en capitanes y soldados, capaz de estremecer al mundo como otra California.
Es lo que aguarda a hombres y mujeres de resuelto corazón que inicien la colonización del nuevo Departamento chileno. La Antártica será poblada. Pero sólo aquellos derechos y hechos para no retroceder un paso en la pelea dura y constante, aquellos que no piensen tanto en las veces que fueron derribados, sino en su propia capacidad para levantarse, serán los que conquisten el secreto tesoro del País del Hielo. La ruta de los pioneros esta nuevamente abierta. Comienza en la Antártica Chilena, superando la ambición del hombre abierta más allá de todo límite. Ya me lo dijo Gabriel González el día de su desembarco en Punta Arenas:
--Serán chilenos los que poblarán la Antártica Chilena. Nunca mi tierra fue patria de cobardes. Desde la Antártica signos augurales se colocan sobre el destino de Chile.
Estos signos augurales se llaman: petróleo, carbón, oro, cobre, fierro, manganeso, tunsteno, uranio, pinguinos, focas, leopardos marinos y ballenas. 147 clases de minerales diversos se ocultan en la Antártica, bajo su vientre blanco, donde según los informes del Almirante Richard E. Bird se encuentran, también, los más grandes yacimientos carboníferos del mundo. El 93 por ciento de las ballenas cazadas en los siete mares fueron arponeadas en las aguas antárticas. 42 mil 875 fueron los cetáceos beneficiados el pasado año. De estos 40 mil 201 se cazaron en las costas que bañan los mares del Chile que hoy limita al Sur con el Polo. La ballena azul, la más preciada de todas, cuyos 35 metros de largo y 500 toneladas de carne producen hasta 25 mil litros de aceite, se encuentra casi exclusivamente en las aguas antárticas de Chile.
Porque una nueva alborada comienza para Chile. Una nueva era quedó abierta el martes l7 para el futuro nacional. Nuevos días nos aguardan en un calendario que será deshojado en la antártica por los chilenos que conquisten y pueblen el País del Hielo y su millón 250 mil kilómetros cuadrados. La visión nos expande el tórax de la Patria grande, soñada por el sueño forjador de los próceres que nos dieron nacimiento como Nación. Entonces sólo bastará cerrar los ojos como lo hizo Gabriel González en el puente de mando del ‘‘Pinto” para ver a O'Higgins, el primero en reivindicar nuestros derechos sobre la Antártica, mientras la emoción de un rezo laico se sube a los labios de Chile:
--Don Bernardo, Padre Nuestro, que estás en los cielos...
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Marzo, 1948.
UN MILLON 250 MIL KILOMETROS CUADRADOS TRAE GABRIEL GONZALES DE REGALO A CHILE
PULSO Y VIDA DE LA ANTARTICA
Las Noticias Gráficas se complace en presentar en estas columnas la más completa, integral y veraz biografía del País del Hielo, gracias a la amena y leída pluma de Raúl Morales Alvarez, subdirector, enviado especial a la Zona Austral, quien se dio el lujo de anotarse --él y LNG-- una serie de golpes periodísticos que harán época en la historia del diarismo chileno. RMA nos telegrafió el lunes 8 de febrero que Gabriel González Videla pasaría de largo frente a Punta Arenas, rumbo a la Antártica.
Nos desmintieron.
El martes 9 un nuevo telegrama de Raúl Morales Alvarez anunciaba: ‘‘Gabriel González embarcará en el ‘’Pinto’’; el ‘’Rancagua’’ ya llegó a Soberanía...”.
Nuevo desmentido.
Pero el jueves la Moneda confirmaba en todos sus detalles los despachos de nuestro subdirector, que volvía a golpear el miércoles, diciendo: ‘‘Hay Uranio en la Antártica”, lo que confirmaba el viernes 20, en una entrevista de la United Press, el Almirante Bird.
Como un homenaje al Primer Mandatario, cuyo gesto incorporó al Territorio Nacional un millón 250 mil kilómetros cuadrados, --alargó los límites de Chile hasta el Polo Sur, cumpliendo con los sueños visionarios de los Próceres--, LNG y Raúl Morales Alvarez (El Repórter Nº13) publican ahora la mejor información sobre la Antártica.
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147 MINERALES OCULTA SU VIENTRE BLANCO:
SUS MARES SON PARAISO DE BALLENAS
‘‘Tengo seis amigos que me contaron cuanto sé: sus nombres son qué y porqué, y cómo y cuándo y dónde y quién”.
ESTAS SON LAS TIERRAS DESOLADAS Y HEROICAS, la helada extensión del Continente Blanco, su loca geografía destrozada, que aguarda a los hombres de animoso corazón, capaces de conquistar su secreto de viejos milenios. Gabriel González Videla las contempló el mediodía del martes l7 de febrero, acoderado sobre las húmedas regalas del puente de mando del Transporte ‘‘Presidente Pinto”, después de ganar la carrera hacia la Antártica, que estremeció al mundo y tuvo a Chile, durante 56 horas, con el pulso en tensión.
Semejando un vidrio redondo y opaco, un sol muy pálido hacia reververar los macizos nevados de Puerto Soberanía. El Presidente alzó la cabeza. Arriba soplaban los Veinte Bramadores, corriendo a 120 kilómetros por hora, haciendo flamear alegremente, al tope de mesana, en la claridad del Horizonte Blanco, el Pabellón Presidencial, desgarrado por las ásperas manos del temporal que sorprendió a la Escuadra, durante las 428 millas del Mar de Drake, cubiertas en 45 horas de constante pelea contra el viento y el agua.
‘‘El Pinto” hizo cabecear su afilada roda sobre el encrespado vientre de las olas. Desplazándose hacia el noreste, pasaban los témpanos, moviéndose con la agilidad de silenciosos gigantes. El Presidente no los vio. Tampoco escuchó las recias y viriles voces de mando que pronunciaba, apenas a un paso suyo, el segundo de a bordo, Capitán de Corbeta, Luis Berger Igualt, ordenando la maniobra marinera del anclaje:
--Fondo estribor...¡fondo! ... Fondo babor... ¡fondo!
OHIGGINS, PADRE NUESTRO
El estrépito de las anclas y cadenas pasando a través de los escoberes para ir a reposar en el fondo de la bahía, como quietos cetáceos sumergidos, pareció sacar de su ensimismamiento al Presidente de Chile. Un brusco gesto suyo hizo caer sobre los hombros la ‘‘capucha” de pesado camello navegante que lo abrigaba. Su cabeza quedó desnuda bajo una temperatura de 0 grado que volvió azules los dedos de los cadetes ya alineados en cubierta. Pero Gabriel González no sintió frío. Cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo había, también, una nueva luz alumbrando sus pupilas. Volviéndose hacia la derecha, tropezó con un rostro emocionado. El del general Ramón Cañas Montalva. El Presidente le habló en voz queda:
--General, cuando cerré los ojos me pareció ver a O'Higgins. Cuando los abrí también estaba allí Don Bernardo...
La respuesta fue de seca elocuencia:
--A mí también, Presidente...
FRENTE Y PERFIL DEL SEXTO CONTINENTE
14 millones 500 mil kilómetros cuadrados --el doble de Australia, la mitad de Africa-- se suman sobre la extensión del Continente Helado. Cuando a las 6.25 del martes l7, desde una de las barcazas de desembarco del Transporte ''Pinto”, GGV saltó sobre la nevada playa de Puerto Soberanía, las baterías de la nave saludaron con 21 salvas, horodando el estremecido crepúsculo polar, el gesto del Presidente que acababa de reivindicar ante el mundo los derechos de Chile sobre un millón 250 mil kilómetros cuadrados de superficie blanca, incorporando el nombre de Gabriel González al de los próceres que nos cautelan el destino y su grandeza histórica con las propias palabras gallardas de nuestro lema magnífico: Por la Razón o la Fuerza...
Era el sueño que movió la inquietud patriótica de O'Higgins hasta que la muerte depositó sobre sus ojos toneladas de silencio y de tiempo. El mismo anhelo que guió la mano de Don Pedro Aguirre Cerda cuando el 06 de noviembre de 1940 puso su firma sobre el Decreto 1747 que fijó los límites de la Antártica Chilena, entre los meridianos 53º Longuitud Oeste y 90º Longuitud Oeste de Greenwich.
Ese sueño y ese anhelo acababan de cumplirse ahora, y cobraban la realidad de un mandato ejercido con la toma de posesión realizada por Gabriel González. Por eso había emoción en los ojos del Presidente cuando revistó los 11 hombres que con el Teniente Boris Kopeltic formaron el destacamento antártico que montó guardia junto a la bandera de la única estrella, en Puerto Soberanía, desde el 13 de febrero de 1947. No era el viento que formaba remolinos en la nieve y encrespaba las olas lo que humedecía las pupilas del Presidente. Apoyándose en los hombros del Almirante Torres Hevia, lo explicó:
--Don Pedro debe sentirse contento, Almirante...creo que los grandes hombres, como él, no mueren. No pueden morir. Continúan persistiendo a través del cosmos...Allí debe estar ahora su sombra de prócer, sintiéndose feliz con el mismo júbilo que hoy nos embarga. ¿No lo cree Ud. así, Almirante?
La respuesta del marino tuvo el símbolo de un saludo militar:
--Yo fui su edecán, Excelencia...a don Pedro tiene que gustarle verme aquí. Es como si le dijera ¡Presente! al Gran Desaparecido...
Por eso, también, más tarde, Gabriel González me decía a bordo del ‘‘Pinto”, navegando las 80 millas que separan Puerto del Hambre de Punta Arenas:
--Cumplí con el mandato histórico de los próceres que nos dieron la chilenidad. Frente a las amenazas y acechanzas extrañas, he demostrado que la casa no nos queda grande...es mi orgullo.
VALOR FUNDAMENTAL DEL PAIS DEL HIELO
En este millón 250 mil kilómetros cuadrados que Gabriel González incorporó a Chile como el Departamento Antártico, capital Navarino, reside una riqueza de gesta y de epopeya, como aquellas que en el pasado movieron a los hombres hacia la conquista de los Grandes Vellocinos, dividiéndolos en capitanes y soldados, capaz de estremecer al mundo como otra California.
Es lo que aguarda a hombres y mujeres de resuelto corazón que inicien la colonización del nuevo Departamento chileno. La Antártica será poblada. Pero sólo aquellos derechos y hechos para no retroceder un paso en la pelea dura y constante, aquellos que no piensen tanto en las veces que fueron derribados, sino en su propia capacidad para levantarse, serán los que conquisten el secreto tesoro del País del Hielo. La ruta de los pioneros esta nuevamente abierta. Comienza en la Antártica Chilena, superando la ambición del hombre abierta más allá de todo límite. Ya me lo dijo Gabriel González el día de su desembarco en Punta Arenas:
--Serán chilenos los que poblarán la Antártica Chilena. Nunca mi tierra fue patria de cobardes. Desde la Antártica signos augurales se colocan sobre el destino de Chile.
Estos signos augurales se llaman: petróleo, carbón, oro, cobre, fierro, manganeso, tunsteno, uranio, pinguinos, focas, leopardos marinos y ballenas. 147 clases de minerales diversos se ocultan en la Antártica, bajo su vientre blanco, donde según los informes del Almirante Richard E. Bird se encuentran, también, los más grandes yacimientos carboníferos del mundo. El 93 por ciento de las ballenas cazadas en los siete mares fueron arponeadas en las aguas antárticas. 42 mil 875 fueron los cetáceos beneficiados el pasado año. De estos 40 mil 201 se cazaron en las costas que bañan los mares del Chile que hoy limita al Sur con el Polo. La ballena azul, la más preciada de todas, cuyos 35 metros de largo y 500 toneladas de carne producen hasta 25 mil litros de aceite, se encuentra casi exclusivamente en las aguas antárticas de Chile.
Porque una nueva alborada comienza para Chile. Una nueva era quedó abierta el martes l7 para el futuro nacional. Nuevos días nos aguardan en un calendario que será deshojado en la antártica por los chilenos que conquisten y pueblen el País del Hielo y su millón 250 mil kilómetros cuadrados. La visión nos expande el tórax de la Patria grande, soñada por el sueño forjador de los próceres que nos dieron nacimiento como Nación. Entonces sólo bastará cerrar los ojos como lo hizo Gabriel González en el puente de mando del ‘‘Pinto” para ver a O'Higgins, el primero en reivindicar nuestros derechos sobre la Antártica, mientras la emoción de un rezo laico se sube a los labios de Chile:
--Don Bernardo, Padre Nuestro, que estás en los cielos...
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Marzo, 1948.
ARTICULO SELECCIONADO
“ERCILLA” ESTUVO EN EL SEGURO EL DIA TRÁGICO: ENTRE LAS BALAS ENTREVISTÓ A MAGASISH Y ASISTIÓ A LA MASACRE DE LOS RENDIDOS
5 de Septiembre de 1938, 1 de la tarde. Frente al edificio del Seguro Obrero, en la Plaza Constitución, una compacta muchedumbre mira hacia lo alto. Hay nubecillas de humo y luego el tono seco de los disparos. Zumban los camiones que transportan tropas: Carabineros del Grupo de Emergencia y del 5to Regimiento. Actúan nerviosamente los fotógrafos. Los repórteres andan pisándole los talones al general Arriagada, Director de Carabineros. Ahora sale de la Intendencia. Va hacia La Moneda.
“¿Qué pasa General?”. El General tiene los ojos duros y la respuesta igual. “Nada. Un grupo de bandidos. A éstos se les trata así”. Y se detiene en su marcha de rápidos pasos. Arranca de manos de un soldado un fusil ametralladora. Apunta. Corre el alza. Gatillea. La cinta metálica portadora de las balas tartamudea la muerte: Taf, taf,taf,.taf. El general sonríe, satisfecho. “Le dí -dice-. Ya hay uno de menos”.
ENTRAMOS AL SEGURO
1 y 5 de la tarde. Con pies de relámpago, la realidad de la noticia ha circulado por toda la ciudad. Los atrincherados en el seguro no son bandidos como lo afirmara enfáticamente el general de Carabineros. Son los muchachos del Movimiento Nacional Socialista. Obreros. Empleados. Estudiantes. También los hay en la Universidad de Chile. Se han levantado en armas contra el gobierno antipopular. Disponen de armas viejas y de corazón. Combaten a la antigua. Derrochando municiones por las ventanas y palabras por los altoparlantes.
Con una gran bocina entre sus manos, un muchacho se asoma en el noveno piso. Es rubio. Tendrá 20 años. Se ve un parche de distinto color sobre las mangas arremangadas de su abrigo de estudiante o de obrero. Las balas se estrellan junto a él. Salta hecho pedazos el cristal de una ventana cercana. El muchacho sonríe. Grita a través de la bocina: “Viva el pueblo; abajo Alessandri! Zumban como avispas los disparos. Las balas sincronizan su gestos románticos y heroicos. La rubia cabeza desaparece.
1 y 10. Desde lo alto del seguro ha caído un petardo en el costado de la Moneda. La mecha demora dos segundos en consumirse. La explosión rompe uno de los amplios ventanales que miran hacia la Prefectura General. Es la ocasión esperada por nosotros. Corremos pegados a las murallas. Llegamos a la ventana rota. Saltamos. Caímos sobre una máquina de escribir. Julio Lanzarotti, mi compañero, destroza además los alambres de un teléfono. Pero es lo de menos. Ercilla ya esta dentro del Seguro.
CON MAGASICH
1 y 20 de la tarde. Desde hace cinco minutos la tropa de Carabineros ha invadido la parte baja del edificio. Dominan hasta el tercer piso. Tratan ahora de conquistar el cuarto. Los balazos de pistola, los tiros de carabina, retumban en los pasillos y en las escalas. Como cañonazos. ¡Bumm! ¡BMU! Somos los únicos periodistas que estamos en el interior. Nos han confundido con agentes de la sección de seguridad. Nadie nos molesta. Un oficial nos dice: “Tenemos para largo”. En esos instantes, acompañados de personal del Grupo de Emergencia, llega Enrique Guzmán Araya, “el gordo Guzman”. es también periodista y de los buenos. Trabaja en Las Ultimas Noticias. Se apodera de un teléfono y comienza a transmitir detalles. Suda copiosamente mientras habla. Toda su vida la entregó Guzmán al periodismo. (Así, detrás de una noticia, lo encontró la muerte hace algunos meses, en el Norte).
1 y 30. Llegan oficiales nerviosos con órdenes nerviosas. Hay confusión y movimiento. Nadie se da cuenta de nosotros. Subimos las escalas. En el tercer piso, un cabo nos dice: “Cuidado. Hay peligro”. Pero ya estamos en el cuarto, en el quinto y en el sexto. Allí nos detienen. Es la vanguardia de los sublevados. Tres muchachos. 20, 25 y 22 años. Dos pistolas “Mauser” y un viejo “Smith y Weson”, falsificado. Seis ojos resueltos. Nos dicen: “¿Y Uds.?”. Respondemos: “Periodistas. Ercilla. Estamos aquí desde hace 20 minutos. Quisiéramos hablar con alguien”. Hay un momento de vacilación. Sacamos nuestros carnet’s. Quedamos bajo la custodia de dos de ellos. El tercero trepa por las escaleras. Regresa al instante. Vuelve acompañado del Doctor Marcos Magasish, Jefe del Policlínico del Movimiento Nacional Socialista. La culata de la Colt sobresale de su bolsillo derecho. Un aparato bélico que contrasta con su rostro bondadoso y espiritual.
UNA ENTREVISTA SENSACIONAL
No hay tiempo que perder, las balas atraviesan los huecos de todas las escalas. Desde abajo llega el ruido pesado de las botas militares. Ha llegado más tropa. Un vigías dice: “Han instalado una ametralladora en el tercero. Van a abrir fuego”. Magasish sonríe. “Por aquí’’ -dice-. Y nos conduce a una oficina contigua”.
Conversamos nerviosamente. Magasish nos afirma: “Yo no puedo responder por ustedes. Bajen luego. Todavía hay tiempo. Después será tarde”. Respondemos. “Pero algo diga algo’’. Nos dice: “Podemos triunfar o ser derrotados. Fríamente lo uno o lo otro no nos importa ya. Lo que nos interesa es afianzar el ejemplo que damos al pueblo de Chile. Moriremos, es seguro. Pero cada uno de nosotros vino aquí dispuesto a dar la vida. Después de nosotros la dictadura oligarca no podrá durar mucho en Chile. Uds. lo verán”. Algo se anuda en nuestra garganta. Casi le gritamos: “Ud. también Magasish. Ustedes también”. El vuelve a sonreír con la mirada lejana. Nos dice: “Ya, ya. Váyanse. El combate puede empezar ahora. Adiós. Digan afuera que cumpliremos con nuestro deber de chilenos”.
Nos vamos. En el tercer piso nos confundimos con agentes, carabineros, oficiales, empleados y empleadas del Seguro. Un teniente nos interroga; “¿Y Uds.?” Contestamos. “Periodistas”. En la nerviosidad del primer momento, sólo atina a decir. “Bajen, bajen luego. Desde ahora nadie podrá subir”.
LOS DE LA UNIVERSIDAD
4 de la tarde. Estamos de nuevo en el primer piso. El Coronel Gordon de carabineros nos ha situado en una de las oficinas que dan al Hall del seguro. Allí también se encuentra el personal de la Caja. Los hombres están tranquilos. Las mujeres nerviosas. Algunas lloran. Ninguno ha almorzado. Alguien saca el milagro de un pan. Se reparte en pequeños trozos. Entra el Coronel Gordon. Dice: “Ya se rindieron los de la Universidad”.
4 y 15. Desde las ventanas se ve el desfile de los rendidos en la universidad. Pasan lentamente con los brazos en alto por calle Morandé. Se pierden. Pero luego regresan. Están ahora frente a nuestras ventanas, heridos algunos, con los brazos en alto, todos en medio de la tropa hosca y enemiga. Las puertas del Seguro se abren. Vemos primero un muchacho rubio. Alto. Con un largo abrigo negro. Tiene la cara encendida y sus ojos azules. Le brillan en su rostro de niño. Se llama Antonio Yuri. Tiene 19 años. Estudia Leyes. Le siguen César Parada, Félix Maragaño, Francisco Maldonado y los otros. La larga caravana de los rendidos se forma en fila de cuatro en el hall. Están tranquilos. Serenos. De pronto una mancha estalla en el ojo izquierdo de Yuri. Es negra, roja y violeta. Lo acaban de golpear con la culata de una pistola. Yuri tambalea. Pero no cae. Ni da un grito. Nada. Los otros también son golpeados. Nadie se queja. La escena queda firme en el recuerdo de nuestros ojos asombrados. Con una añoranza particular. La de Maldonado que fue nuestro compañero en la Escuela Naval. Maldonado en mangas de camisa y con sweater. Maldonado con sus cabellos correctamente peinados hacia atrás, con gomina y una raya al medio que acaba de recibir una cortadura en pleno rostro.
LA MATANZA
4.20 de la tarde. El Coronel Gordon da una orden seca: “Que salgan los empleados de la Caja”. El personal del Seguro se forma en una oficina. Se hace una lista. Un teniente nombra el primer apellido y el interesado canta el materno. Sale a la calle. En 10 minutos más no quedarán en el edificio sino los rendidos, la tropa y nosotros ocultos cerca del ascensor.
Otra orden. En filas de a dos, siempre con los brazos en alto, la caravana de los rendidos comienza a subir las escaleras. Desaparecen. Detrás, con las carabinas listas, la tropa. En esos instantes -4.30 de la tarde- llega el Teniente Drewes Robertson. Trae órdenes del General Arriagada. Se las comunica en voz baja al Coronel Pezoa -gordo y algo rechoncho-, que aguarda sentado en el hall. El coronel se incorpora como dudando. Encoge los hombros. Conversa con otros jefes. Luego un sargento sube rápido a las pisos superiores. Más tarde los harán los otros oficiales que aun permanecen en el hall.
4.35.¿Que pasa?. Llega el eco de los disparos. Aislados. En detonaciones corridas de cuatro y cinco. Luego, silencio, y otra vez disparos. Parece que balearan en pisos o en piezas separadas. Tac, tac, tac, tac. A veces, algunos gritos, algunos gemidos, confusos, como las palabras de un extraño y espantoso idioma. Quedamos alejados en nuestro escondite. “Los matan. Los están matando”. Hay una pausa en los disparos. Un silencio pesado que oprime. Aventuramos una salida. Un sargento viene bajando. Tiene la guerrera desabrochada, sucia de sangre. Está sin gorra. Nos divisa. En dos saltos esta con nosotros, la carabina firme en sus manos, apuntando nuestros vientres. Grita: “Quietos. ¿Y Uds.?’’. Gritamos también: ‘’Periodistas’’. Responde: ‘’Manos arriba y andando”. Así llegamos a presencia del Coronel Pezoa. Nos pide nuestros carnet’s. Los entregamos. Sonríe bonachonamente, al decir: “Ahora Uds. ya no son periodistas”. Y luego: “¡Sargento! Conduzca a los señores con cuatro carabineros a la Sección de Investigaciones. Si allá comprueban que son periodistas, saldrán en libertad”.
Salimos. Llega otra vez el eco seco de los disparos y el tumulto de los gritos. Ya en la calle, pensamos con una vaga noción de vida -aire, luz, calor, libertad- en los que llegaron vivos al seguro, con sus manos en alto: en los que estaban vivos arriba con sus armas viejas; en todos aquellos que esa misma madrugada, sangrientos, destrozados, mutilados, desnudos, estarían esperándonos en la Morgue.
Septiembre de 1938.
5 de Septiembre de 1938, 1 de la tarde. Frente al edificio del Seguro Obrero, en la Plaza Constitución, una compacta muchedumbre mira hacia lo alto. Hay nubecillas de humo y luego el tono seco de los disparos. Zumban los camiones que transportan tropas: Carabineros del Grupo de Emergencia y del 5to Regimiento. Actúan nerviosamente los fotógrafos. Los repórteres andan pisándole los talones al general Arriagada, Director de Carabineros. Ahora sale de la Intendencia. Va hacia La Moneda.
“¿Qué pasa General?”. El General tiene los ojos duros y la respuesta igual. “Nada. Un grupo de bandidos. A éstos se les trata así”. Y se detiene en su marcha de rápidos pasos. Arranca de manos de un soldado un fusil ametralladora. Apunta. Corre el alza. Gatillea. La cinta metálica portadora de las balas tartamudea la muerte: Taf, taf,taf,.taf. El general sonríe, satisfecho. “Le dí -dice-. Ya hay uno de menos”.
ENTRAMOS AL SEGURO
1 y 5 de la tarde. Con pies de relámpago, la realidad de la noticia ha circulado por toda la ciudad. Los atrincherados en el seguro no son bandidos como lo afirmara enfáticamente el general de Carabineros. Son los muchachos del Movimiento Nacional Socialista. Obreros. Empleados. Estudiantes. También los hay en la Universidad de Chile. Se han levantado en armas contra el gobierno antipopular. Disponen de armas viejas y de corazón. Combaten a la antigua. Derrochando municiones por las ventanas y palabras por los altoparlantes.
Con una gran bocina entre sus manos, un muchacho se asoma en el noveno piso. Es rubio. Tendrá 20 años. Se ve un parche de distinto color sobre las mangas arremangadas de su abrigo de estudiante o de obrero. Las balas se estrellan junto a él. Salta hecho pedazos el cristal de una ventana cercana. El muchacho sonríe. Grita a través de la bocina: “Viva el pueblo; abajo Alessandri! Zumban como avispas los disparos. Las balas sincronizan su gestos románticos y heroicos. La rubia cabeza desaparece.
1 y 10. Desde lo alto del seguro ha caído un petardo en el costado de la Moneda. La mecha demora dos segundos en consumirse. La explosión rompe uno de los amplios ventanales que miran hacia la Prefectura General. Es la ocasión esperada por nosotros. Corremos pegados a las murallas. Llegamos a la ventana rota. Saltamos. Caímos sobre una máquina de escribir. Julio Lanzarotti, mi compañero, destroza además los alambres de un teléfono. Pero es lo de menos. Ercilla ya esta dentro del Seguro.
CON MAGASICH
1 y 20 de la tarde. Desde hace cinco minutos la tropa de Carabineros ha invadido la parte baja del edificio. Dominan hasta el tercer piso. Tratan ahora de conquistar el cuarto. Los balazos de pistola, los tiros de carabina, retumban en los pasillos y en las escalas. Como cañonazos. ¡Bumm! ¡BMU! Somos los únicos periodistas que estamos en el interior. Nos han confundido con agentes de la sección de seguridad. Nadie nos molesta. Un oficial nos dice: “Tenemos para largo”. En esos instantes, acompañados de personal del Grupo de Emergencia, llega Enrique Guzmán Araya, “el gordo Guzman”. es también periodista y de los buenos. Trabaja en Las Ultimas Noticias. Se apodera de un teléfono y comienza a transmitir detalles. Suda copiosamente mientras habla. Toda su vida la entregó Guzmán al periodismo. (Así, detrás de una noticia, lo encontró la muerte hace algunos meses, en el Norte).
1 y 30. Llegan oficiales nerviosos con órdenes nerviosas. Hay confusión y movimiento. Nadie se da cuenta de nosotros. Subimos las escalas. En el tercer piso, un cabo nos dice: “Cuidado. Hay peligro”. Pero ya estamos en el cuarto, en el quinto y en el sexto. Allí nos detienen. Es la vanguardia de los sublevados. Tres muchachos. 20, 25 y 22 años. Dos pistolas “Mauser” y un viejo “Smith y Weson”, falsificado. Seis ojos resueltos. Nos dicen: “¿Y Uds.?”. Respondemos: “Periodistas. Ercilla. Estamos aquí desde hace 20 minutos. Quisiéramos hablar con alguien”. Hay un momento de vacilación. Sacamos nuestros carnet’s. Quedamos bajo la custodia de dos de ellos. El tercero trepa por las escaleras. Regresa al instante. Vuelve acompañado del Doctor Marcos Magasish, Jefe del Policlínico del Movimiento Nacional Socialista. La culata de la Colt sobresale de su bolsillo derecho. Un aparato bélico que contrasta con su rostro bondadoso y espiritual.
UNA ENTREVISTA SENSACIONAL
No hay tiempo que perder, las balas atraviesan los huecos de todas las escalas. Desde abajo llega el ruido pesado de las botas militares. Ha llegado más tropa. Un vigías dice: “Han instalado una ametralladora en el tercero. Van a abrir fuego”. Magasish sonríe. “Por aquí’’ -dice-. Y nos conduce a una oficina contigua”.
Conversamos nerviosamente. Magasish nos afirma: “Yo no puedo responder por ustedes. Bajen luego. Todavía hay tiempo. Después será tarde”. Respondemos. “Pero algo diga algo’’. Nos dice: “Podemos triunfar o ser derrotados. Fríamente lo uno o lo otro no nos importa ya. Lo que nos interesa es afianzar el ejemplo que damos al pueblo de Chile. Moriremos, es seguro. Pero cada uno de nosotros vino aquí dispuesto a dar la vida. Después de nosotros la dictadura oligarca no podrá durar mucho en Chile. Uds. lo verán”. Algo se anuda en nuestra garganta. Casi le gritamos: “Ud. también Magasish. Ustedes también”. El vuelve a sonreír con la mirada lejana. Nos dice: “Ya, ya. Váyanse. El combate puede empezar ahora. Adiós. Digan afuera que cumpliremos con nuestro deber de chilenos”.
Nos vamos. En el tercer piso nos confundimos con agentes, carabineros, oficiales, empleados y empleadas del Seguro. Un teniente nos interroga; “¿Y Uds.?” Contestamos. “Periodistas”. En la nerviosidad del primer momento, sólo atina a decir. “Bajen, bajen luego. Desde ahora nadie podrá subir”.
LOS DE LA UNIVERSIDAD
4 de la tarde. Estamos de nuevo en el primer piso. El Coronel Gordon de carabineros nos ha situado en una de las oficinas que dan al Hall del seguro. Allí también se encuentra el personal de la Caja. Los hombres están tranquilos. Las mujeres nerviosas. Algunas lloran. Ninguno ha almorzado. Alguien saca el milagro de un pan. Se reparte en pequeños trozos. Entra el Coronel Gordon. Dice: “Ya se rindieron los de la Universidad”.
4 y 15. Desde las ventanas se ve el desfile de los rendidos en la universidad. Pasan lentamente con los brazos en alto por calle Morandé. Se pierden. Pero luego regresan. Están ahora frente a nuestras ventanas, heridos algunos, con los brazos en alto, todos en medio de la tropa hosca y enemiga. Las puertas del Seguro se abren. Vemos primero un muchacho rubio. Alto. Con un largo abrigo negro. Tiene la cara encendida y sus ojos azules. Le brillan en su rostro de niño. Se llama Antonio Yuri. Tiene 19 años. Estudia Leyes. Le siguen César Parada, Félix Maragaño, Francisco Maldonado y los otros. La larga caravana de los rendidos se forma en fila de cuatro en el hall. Están tranquilos. Serenos. De pronto una mancha estalla en el ojo izquierdo de Yuri. Es negra, roja y violeta. Lo acaban de golpear con la culata de una pistola. Yuri tambalea. Pero no cae. Ni da un grito. Nada. Los otros también son golpeados. Nadie se queja. La escena queda firme en el recuerdo de nuestros ojos asombrados. Con una añoranza particular. La de Maldonado que fue nuestro compañero en la Escuela Naval. Maldonado en mangas de camisa y con sweater. Maldonado con sus cabellos correctamente peinados hacia atrás, con gomina y una raya al medio que acaba de recibir una cortadura en pleno rostro.
LA MATANZA
4.20 de la tarde. El Coronel Gordon da una orden seca: “Que salgan los empleados de la Caja”. El personal del Seguro se forma en una oficina. Se hace una lista. Un teniente nombra el primer apellido y el interesado canta el materno. Sale a la calle. En 10 minutos más no quedarán en el edificio sino los rendidos, la tropa y nosotros ocultos cerca del ascensor.
Otra orden. En filas de a dos, siempre con los brazos en alto, la caravana de los rendidos comienza a subir las escaleras. Desaparecen. Detrás, con las carabinas listas, la tropa. En esos instantes -4.30 de la tarde- llega el Teniente Drewes Robertson. Trae órdenes del General Arriagada. Se las comunica en voz baja al Coronel Pezoa -gordo y algo rechoncho-, que aguarda sentado en el hall. El coronel se incorpora como dudando. Encoge los hombros. Conversa con otros jefes. Luego un sargento sube rápido a las pisos superiores. Más tarde los harán los otros oficiales que aun permanecen en el hall.
4.35.¿Que pasa?. Llega el eco de los disparos. Aislados. En detonaciones corridas de cuatro y cinco. Luego, silencio, y otra vez disparos. Parece que balearan en pisos o en piezas separadas. Tac, tac, tac, tac. A veces, algunos gritos, algunos gemidos, confusos, como las palabras de un extraño y espantoso idioma. Quedamos alejados en nuestro escondite. “Los matan. Los están matando”. Hay una pausa en los disparos. Un silencio pesado que oprime. Aventuramos una salida. Un sargento viene bajando. Tiene la guerrera desabrochada, sucia de sangre. Está sin gorra. Nos divisa. En dos saltos esta con nosotros, la carabina firme en sus manos, apuntando nuestros vientres. Grita: “Quietos. ¿Y Uds.?’’. Gritamos también: ‘’Periodistas’’. Responde: ‘’Manos arriba y andando”. Así llegamos a presencia del Coronel Pezoa. Nos pide nuestros carnet’s. Los entregamos. Sonríe bonachonamente, al decir: “Ahora Uds. ya no son periodistas”. Y luego: “¡Sargento! Conduzca a los señores con cuatro carabineros a la Sección de Investigaciones. Si allá comprueban que son periodistas, saldrán en libertad”.
Salimos. Llega otra vez el eco seco de los disparos y el tumulto de los gritos. Ya en la calle, pensamos con una vaga noción de vida -aire, luz, calor, libertad- en los que llegaron vivos al seguro, con sus manos en alto: en los que estaban vivos arriba con sus armas viejas; en todos aquellos que esa misma madrugada, sangrientos, destrozados, mutilados, desnudos, estarían esperándonos en la Morgue.
Septiembre de 1938.
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